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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Aún se reía el público disimuladamente del tenor suprasensible, cuando la atención general tuvo que volverse a contemplar la hermosura de Serafina, que con la mirada humilde, exhalando modestia, además de muy buenos y delicados olores, llegaba, vestida de negro, con gran cola, enseñando los blanquísimos hombros y las primorosas curvas del seno, al pie de la plataforma, donde el presidente del Casino la aguardaba para darle el brazo, subir con ella las dos gradas que la separaban del piano, y dejarla, previa una gran inclinación de cabeza, junto a Minghetti, que, de frac y corbata de etiqueta, paseaba los blancos dedos, de uñas sonrosadas, por el amarillento teclado, haciendo prodigios de elegante habilidad por aquellas octavas adelante.
Cuando estaba solo y entregado a sus reflexiones, asustábase de las audacias de su pensamiento; pero oyendo al principal enardecíase, y entre las cenizas de su carácter tímido y apático asomaba el fuego del aventurero. Las contiendas entre don Eugenio y su antiguo dependiente los separaban, y a pesar de hacer la vida bajo el mismo techo, pasaban semanas sin hablarse.
Teníamos costumbre éste y yo de irnos después de almorzar a tomar café a la cervecería Británica y pasarnos allí un par de horas viendo al través de los grandes cristales que nos separaban de la calle de las Sierpes el ir y venir de la gente. Era un gran camarada el comandante, apacible, jovial, recto en el pensar y extremadamente cortés.
A los ocho días Juanito y Fortuna eran los dos mejores amigos del mundo: no se separaban nunca. El perro dormía sobre un pedazo de alfombra a los pies de la cama del niño. Una mañana don Salvador y Juanito se hallaban en el jardín: el perro les seguía como siempre.
Nunca había visto nada tan lindo como esta criatura, deliciosa muñeca blanca y rosada, primorosamente vestida con sedas, bordados y encajes, que le sonreía siempre que la tomaba en sus brazos. Los nueve años que lo separaban de María Teresa lo convertían en un hombre al lado de ella.
Menos aún los administrativos. El único que llamaba un poco la atención entre ellos era un joven delgado y pálido, con fino bigote negro, cuyos ojos negros y duros se fijaban con tal decisión en los convidados que rayaba en insolencia. Sin saber por qué, los que cambiaban con él una mirada se sentían molestos y separaban prontamente la vista. El director lo presentó como el médico de las minas.
Sé que he creído ser Zumalacárregui, aunque si he de decirte verdad, aún en los momentos de más exaltada demencia había en el fondo de mi alma ciertas dudas... quiero decir, que no estaba yo completamente seguro de ser lo que decía, y mis dos personas, la verídica y la falsa se confundían y se separaban por momentos.... La manía de ser Zumalacárregui nació en mí del deseo de emularle.
Saludáronme las carcajadas de todos, esto picó mi amor propio, medí con la vista la distancia a que se hallaba la barca, y viendo que no me separaban de ella más de unos cuatro pies, salté y... ¡zas!... ¡dí con mi cuerpo en el lago! ¡Pobre Felipe! Gracias a que sabes nadar como un pez, pues de otro modo... Esa circunstancia me valió interrumpió Auvray.
Jamás, fuera de casa, se separaban el bastón y el hombre, y se apoyaban el uno sobre el otro, según los casos. Completaba la persona de Bou un sombrero hongo, de la forma más vulgar, ligeramente inclinado al lado derecho, como si de aquella parte estuviesen todas las ideas que era preciso proteger de la intemperie.
Un hombre alto y delgado rompía el hielo con el extremo de la lanza, mientras su caballejo bebía, con el cuello estirado y las crines caídas, en forma de barba, sobre la cara. Otros, que habían echado pie a tierra, separaban la nieve y señalaban al bosque, como manifestando que era aquél un buen sitio para establecer el campamento.
Palabra del Dia
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