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Así llegó lentamente a la tienda de campaña objeto de admiración de los bañistas modestos reducidos a una simple caseta decorada con oropeles chillones o con adornos japoneses baratos.

Y como la cultura musulmana no se había detenido aún en el choque de estas dos civilizaciones unilaterales, por la disputa del Santo Sepulcro, pudo verse que, en ferocidad y crueldad inútiles, los caudillos cristianos eclipsaron a los mahometanos, como los rusos a los japoneses en nuestros días.

Las dificultades son inmensas: nuestro teclado, con sus ± 250 teclas, deja ver sus insuficiencias siempre que es necesario digitalizar Katakana o Hiragana japoneses, y aún peor con el chino. La gran variedad de los sistemas de escritura por el mundo y el número de caracteres que abarcan constituyen un freno potente.

El señor de Sieboldt me hacía admirar su enciclopedia japonesa en noventa y dos tomos, o me traducía una oda del Hiah-nin, obra valiosísima que había sido publicada bajo los auspicios de los emperadores japoneses, y donde están las biografías, los retratos y fragmentos líricos de los cien poetas más famosos del Imperio.

Entretanto, los testigos habían elegido el terreno y echado a suerte los puestos. El mejor tocó a M. L'Ambert. La suerte quiso también que se empleasen sus armas, y no los yataganes japoneses, que tal vez le hubiesen impuesto. A Ayvaz todo le tenía sin cuidado: cualquier arma era buena para él.

Deseaban terminar pronto y estaban seguros del triunfo. ¿Para qué hacer uso de procedimientos nuevos?... Pero lo del Marne torció sus planes: de agresores tuvieron que pasar á la defensiva, y entonces emplearon todo lo que su Estado Mayor había aprendido en las campañas de japoneses y rusos, iniciándose la guerra de trincheras, la lucha subterránea, que es lógica, por el alcance y la cantidad de disparos del armamento moderno.

Estos deben tener muy presente que la isla de Formosa, que geográficamente constituye el extremo N. del Archipiélago filipino, será ocupada en breve plazo por los japoneses, quienes poseerán entonces una parte de nuestra antigua Hacienda, cuya ocupación efectiva para España se realizó el año 1626, y ya no serán, desde que tal logren, vecinos lejanos, de los cuales sólo pueda temerse remoto peligro, sino celosos vigilantes de tradición conquistadora que, arma al brazo, esperarán ocasión propicia para continuar en su empresa.

En un semanario extranjero publicado en Manila se lee lo siguiente: "Puestos a buscar enemigos del progreso de los filipinos, los encontramos en cada timba, en cada cabaret; en la invasión pacífica de Japoneses en Filipinas; en el panguingue, en los juegos de billar, en la inmoralidad reinante en el teatro, en la novela, en el cinematógrafo y en la tarjeta postal; y sobre todo, en la escuela laica."

Aquella línea azulada de los viajes que acababa de contemplar en las tazas japonesas, representando los rasgos de las nubes y el boceto de las aguas, la percibía en los azulados frescos de los muros. ¡Y esos soldados azules que se adiestraban en el manejo de las armas en las plazas, con sus cascos japoneses, y ese cielo despejado y tranquilo, azul como la flor del Vergiss-meinnicht, y ese cochero azul, que me conducía a la fonda de la Grappe-Bleue!

Y como si fueran reliquias de los mil curiosos objetos que Fernán-Méndez Pinto hubo sin duda de traer cuando volvió a Europa, se admiraban en aquella antesala broqueles, armaduras, lanzas y sables chinos, japoneses e indostaníes, combinado todo en las panoplias con flechas y cuchillos de pedernal de los tupinambas, de los tupíes y de otras tribus guerreras del imperio brasílico.