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Actualizado: 12 de junio de 2025
Está bien dijo solemnemente . Pero como aquí nadie viene sin pasaje y el buque no pué retroceer por vosotros, vais a golveros nadando a Tenerife. La isla está allí cerquita. Y señalaba la costa que se veía en lontananza, entre la borda del buque y el filo del toldo. El oficial se acariciaba impasible la barba rubia mientras el intérprete traducía sus órdenes.
Ideas desordenadas, malos hábitos, vida de holgazanería y nociva á la salud, todo esto se traducía físicamente por la relajación de los tejidos, la postración mórbida de las carnes, las escrófulas, etc. Las mejores encarnaciones ocultaban los males más repugnantes.
Sabía vagamente cuál era el empleo de su vida exterior: que había viajado y después vivido algún tiempo en Nièvres; que luego había recobrado dos o tres veces sus costumbres en París, para abandonarlas otra vez casi sin motivo y como bajo el imperio de un malestar que se traducía en una perpetua inestabilidad de carácter y como una necesidad de cambiar de lugares.
La debilidad del cuerpo trae necesariamente flojedades lamentables al carácter más entero. Una enfermedad prolongada remeda en el hombre los efectos de la vejez, asimilándole a los niños, y el buen Bringas no se libró de este achaque físico-moral. El abatimiento encendía en él ardores de ternura, y la ternura se traducía en cierto entusiasmo mimoso. «Hijita, no me digas que eres mujer.
En general, notábase entre los empleados públicos cierta inquietud de ánimo, que se traducía en esfuerzos por ser original. Un joven de buena familia, no logrando encontrar medio de ser original, acabó por decirle a su jefe una porción de groserías, y, naturalmente, tuvo que abandonar al punto su empleo. Kotelnikov se creó muchos enemigos.
A la edad en que otros comienzan a ascender, ya él traía guirnaldas del Olimpo. En un mismo día, y en ocasiones en una misma hora, escribía un discurso, redactaba una carta, pergeñaba una revista, otorgaba una clase, leía un libro, hojeaba un folleto, traducía una fábula, hablaba de cosas fútiles con su familia y de cosas lisonjeras con sus amigos.
El baile estaba en sus momentos de mayor brillantez, y la animación, engendrada por la muchedumbre, se traducía en un continuo murmullo, que sólo a desiguales intervalos podían dominar desde la orquesta los instrumentos de metal. El salón parecía un foco de claridad intensa.
Su rostro y todo su cuerpo reflejaban agitación violentísima que se traducía en muecas y contorsiones y se exhalaba también en frases incoherentes pronunciadas en voz baja, que ni Carlota ni Mario llegaban a comprender. La causa de tal estado espasmódico no podía ser otra que la influencia magnética de la mirada del violinista pesando continuamente sobre su cogote.
Aquella noche, el exceso de la emoción la tenía semimuda. La dicha que embargaba su alma se traducía, como casi siempre acontece, en un sentimiento de benevolencia hacia todo el mundo. El baile le parecía encantador. Todos los hombres eran chistosos. Todas las mujeres estaban admirablemente vestidas.
Gabriel traducía fielmente la explicación del Vara de plata, recalcándola muchas veces con irónica gravedad, mientras los canónigos que escoltaban la caravana de forasteros alejábanse algunos pasos con aire distraído para evitar preguntas. Un inglés flemático interrumpió un día al intérprete: ¿Y no tienen ustedes ninguna pluma de las alas de san Miguel?
Palabra del Dia
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