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Actualizado: 5 de junio de 2025
Por ambos lados se vislumbra un torrente azul, muy azul, que corre sobre las verdes aguas, color de índigo tan sombrío, que los japoneses nombran al suyo: río negro. Vese perfectamente brotar el nuestro, entre Cuba y la Florida: sale hirviendo de su caldera, el golfo de Méjico. Corre cálido, salado, muy visible entre sus dos verdes murallas.
Y además de estos arriesgados viajeros, felices en sus aventuras, figuraban los mártires, los que habían perecido bajo las flechas de los tártaros ó los sables de los japoneses. El Asia, con sus enormes imperios catalépticos é insensibles, había tentado á aquellos propagandistas de la autoridad y de la vida automática y sumisa.
Si lo escrito estuviese en japonés, yo me quedaría con la gana de entenderlo, porque no sé palabra de la lengua o lenguas que se hablan o escriben en el Japón. Sólo sé que los japoneses tienen muchos libros, y que algunos de ellos, novelas sobre todo, están ya traducidos en varias lenguas europeas, y particularmente en inglés, francés y alemán.
Penetró resoplando en el tenebroso almacén de la calle de San Felipe Neri, dejando como siempre estupefactos, abatidos, aniquilados a los dependientes, para los cuales el duque de Requena no era sólo el primer hombre de España, sino un ser sobrenatural. Producíales su vista la misma impresión de espanto y entusiasmo, de temor y fervorosa adoración que a los japoneses el gran Mikado.
A la raza morena, que viene después, y a la que pertenecen los egipcios, se le da una antigüedad de 15.000 años, naciendo por mejora de la raza negra. Sale luego a relucir la raza amarilla, cuyos representantes más ilustres son los chinos y japoneses. Su origen se pone 10.000 años hace.
Sin embargo si oía que alguno sobresalía en algo que no sea trabajo mecánico ó arte imitativa, en química, medicina ó filosofía por ejemplo, decía: ¡Psh! promeeete... ¡no es tonto! y estaba él seguro de que mucho de sangre española debía correr por las venas del tal indio, y si no lo podía encontrar apesar de toda su buena voluntad, buscaba entonces un orígen japonés: empezaba á la sazon la moda de atribuir á japoneses y á árabes, cuanto de bueno los filipinos podían tener.
Los indios se acostaban en la tierra, como los japoneses de los circos cuando van a jugar a las bolas o al barril; y en el palo, atravesado sobre las plantas de los pies, sostenían hasta cuatro hombres, que es más que lo de los moros, porque a los moros los sostiene el más fuerte de ellos sobre los hombros, pero no sobre la planta de los pies.
Pero algunos se desmandaron, tomando equivocadamente la familiaridad por otra cosa, y faltos de palabras, fueron largos de manos... Hubo bofetadas, Juanillo, y algo peor. Esa moza es de cuidado. Parece que tira a las armas blancas, que sabe dar puñetazos como un marinero inglés, y, además, conoce ese modo de reñir de los japoneses que llaman jitsu.
A las ocho tomaban juntos el chocolate en el invernáculo que él llamaba con cierto orgullo enfático la serre. ¡Si esto fuera nuestro!... pensaba a veces Quintanar contemplando las plantas exóticas de los anaqueles atestados y de los jarrones etruscos y japoneses más o menos auténticos.
A más de mestizos ingleses, hay algunos de estos últimos casados y establecidos en el país, como también hay portugueses, españoles, filipinos, franceses, japoneses y carolinos.
Palabra del Dia
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