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Esa es la Casa de las Muertes..... respondió una huevera que pasaba por allí á la sazón. No llamen ustedes, que ahí no vivo nunca nadie. ¿Y por qué? Porque ahí hubo siete muertes..... replicó la mujer con acento lúgubre. Nosotros nos miramos muy regocijados, y proseguimos el interrogatorio..... Pero la huevera no sabía más.

Mi madre, que no contaba a la sazón más que siete u ocho años, asistió a la visita, y aunque muy niña, comprendió por las impresiones que se manifestaban en torno suyo, que estaba viendo un personaje superior a un emperador.

-Escapado se nos ha nuestro huésped -dijo a esta sazón entre don Lorenzo-, pero, con todo eso, él es loco bizarro, y yo sería mentecato flojo si así no lo creyese. Aquí dieron fin a su plática, porque los llamaron a comer. Preguntó don Diego a su hijo qué había sacado en limpio del ingenio del huésped.

El médico, en efecto, había mandado disponerla a escape, porque, según me repetía Villa, «se iba por la posta». El cura estaba a la sazón confesándola. Cuando terminó, nos dijo que salía a buscar el Viático, y todos los huéspedes de la casa y algunos amigos de nuestra huéspeda le acompañamos a la iglesia. Allí nos dieron un cirio a cada uno. Noté que la palidez de Olóriz había aumentado.

Lo peor era que todos tenian por defectuosa la obra, y que si esta general opinion se confirmaba, de nada iban á servir tan generosos sacrificios. Florecia á la sazon en Valladolid un maestro de obras de gran fama, llamado Diego de Praves: era reputado por el mejor arquitecto de su tierra.

El álbum tiene una virtud singular, por la cual deben apresurarse a hacerse con él todas las elegantes que no lo tengan, si hay alguna a la sazón en Madrid: hemos reparado que todas las dueñas de álbum son hermosas, graciosas, de gran virtud y talento, y amabilísimas: así consta a lo menos de todos estos libros en blanco, conforme van tomando color.

El viejo Cardenal, hombre pacífico si los había en Cádiz, iba adquiriendo á la sazón un humor belicoso también que le hacía muy molesto. Después de tomarlas con Gregorio, injuriándole y declarando á gritos que nunca le dejaría casar con su hija Isabel, la emprendió con Velázquez acusándole de traidor.

Entre tanto, distraía sus impaciencias con los hechizos de una nietecilla que Dios le había dado, y era la criatura más hermosa que había nacido de madre. Andábase a la sazón en proyectos de llevarla a Sotorriba, para que la conociera su otro abuelo, don Lázaro, cuyos achaques le impedían salir de casa.

Bien dice el Ecclesiastes: «Cada cosa tiene su tiempo y sazón, y es mucha la aflicción del hombre». Capítulo XXII El delirio

Y los que por allí cruzasen á la sazón observarían, no sin sorpresa, que el pálido semblante del señorito resplandecía como el de las estatuas de los héroes, y su cuerpo afeminado parecía hecho de acero al escalar los primeros riscos de la Peña Mayor. Las heces del cáliz. Salieron solos. El conde había dormido mal y necesitaba todavía algún descanso.