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La estacion se adelanta, es preciso todavía visitar otras ciudades, acudir á los baños, presenciar tal ó cual escena en un punto lejano, el viajero ha de tomar la posta, y correr á ejecutar en otra parte lo que acaba de practicar allí.

Fuí costeando el rio por la banda mencionada, con buen camino, campo de pasto, poco ganado de hacienda, y abundancia de algarrobas en las cercanias del rio. Salí de la posta del Zanjon para la del Fraile Muerto, que dista 4 leguas al rumbo O 2° NO, y llegué al anochecer. Camino, campos, &c. lo mismo que por la mañana; con lo cual pasé allí aquella noche.

En los demas pueblos del Uruguay, como avisase el posta que poco antes habia enviado y ya estaba de vuelta, que no habia rumor, ni se sentia el enemigo, se daban prisa para esperarlo los escuadrones de los otros pueblos.

Apenas ha andado media jornada, encuentra un arroyo fangoso que detiene la galera. El vecino maestro de posta acude solícito a pasarla; se ponen nuevos caballos, se apuran todos los esfuerzos, y la galera no avanza. Quiroga se enfurece, y hace uncir a las varas al mismo maestro de posta.

D. TELL. ¿Qué quieres? SANCHO. Gran señor, pasan Los años con tanta furia, Que parece que con cartas Van por la posta a la muerte, Y que una breve posada Tiene la vida a la noche, Y la muerte a la mañana. Vivo solo; fué mi padre Hombre de bien, que pasaba Sin servir; acaba en La sucesión de mi casa.

El médico, en efecto, había mandado disponerla a escape, porque, según me repetía Villa, «se iba por la posta». El cura estaba a la sazón confesándola. Cuando terminó, nos dijo que salía a buscar el Viático, y todos los huéspedes de la casa y algunos amigos de nuestra huéspeda le acompañamos a la iglesia. Allí nos dieron un cirio a cada uno. Noté que la palidez de Olóriz había aumentado.

Imagine el pío lector qué desesperación no sería la de Mutileder cuando en seguida supo de buena tinta que Adherbal, viendo que urgía darse a la vela, y llegar pronto al Océano, para no desperdiciar la monzón, favorable entonces a los que iban a la India, había salido en posta, con dromedarios que de trecho en trecho estaban ya preparados y escalonados en el camino, a fin de verse cuanto antes en el puerto de Aziongaber, orillas del mar Bermejo.

Acompáñale el doctor Ortiz, su secretario, y un joven conocido, a quien a su salida encontró inhabilitado de ir adelante por la fractura de las ruedas de su vehículo. En cada posta a que llega hace preguntar inmediatamente: «¿A qué hora ha pasado un chasque de Buenos Aires? Hace una hora ¡Caballos sin pérdida de momentogrita Quiroga. Y la marcha continúa.

Callábase todavía Francisco de Rivalta, porque tenía, y con razón, por más cruel para mi madre la verdad que la duda; y asistíala, que adolecido había mi madre gravísimamente de tristeza, y agravábase y amenazaba irse por la posta, acabada por el insoportable dolor de su desventura.

La noche que pasaron los viajeros de la posta del Ojo de Agua es de tal manera angustiosa para el infeliz secretario, que va a una muerte cierta e inevitable, y que carece del valor y de la temeridad que anima a Quiroga, que creo no deber omitir ninguno de sus detalles, tanto más cuanto que, siendo, por fortuna, sus pormenores tan auténticos, sería criminal descuido no conservarlos, porque si alguna vez un hombre ha apurado todas las heces de la agonía; si alguna vez la muerte ha debido parecer horrible, es aquélla en que un triste deber, el de acompañar a un amigo temerario, nos la impone, cuando no hay infamia ni deshonor en evitarla .