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Lo único hermoso de su rostro eran los ojos, las ventanas del llanto, agrandados por las noches de frío pasadas en la calle, por el horror de las escenas vistas en la niñez, cuando el padre se emborrachaba, con el deseo embrutecedor del obrero que quiere olvidar, y después de imaginarse un paraíso en la taberna, se enfurece ante la miseria de su casa y aporrea a la familia.

Gustavo carga con media docena de librotes para ir leyendo por el camino; y el maula de mi marido, que sólo piensa en su comodidad, se enfurece si le faltan las zapatillas, el gran gorro de seda, el cojín de viento... A todo tengo que atender, porque no podemos tener un criado para cada uno. Esos tiempos pasaron, ¡ay!, y se me figura que no han de volver.

En el tercer acto anuncia el arcángel San Rafael al Demonio la fundación de la orden de San Jerónimo: esta noticia lo enfurece sobremanera, pero al fin promete no penetrar nunca en casa alguna en donde haya una imagen del Santo. El lugar de la acción es en Constantinopla, Jerusalén, Roma, Persia y Belén.

En efecto, si no la mitad, las dos terceras partes de los billetes van á China y los pocos que en Manila se quedan se venden con una prima de medio real fuerte. El digno señor tiene la conviccion de que algun día le ha de tocar el premio gordo y se enfurece al encontrarse delante de semejantes trapicheos. La cena entretanto tocaba á su fin.

Todo el cabildo lo asegura, y los canónigos más formales lo creen a pie juntillas. Hasta los que son amigos y favoritos de Su Eminencia y le llevan recados de lo que aquí se murmura contra él no lo niegan con mucha calor. Y don Sebastián se indigna, se enfurece cada vez que una murmuración de éstas llega a sus oídos.

Lo peor y más trágico del caso es que el padre se ha enterado de que hay un galán que corteja á la niña, y se enfurece de tal modo, que si le coge, le parte la cabeza en dos con su espada toledana. Cuenta al Rey lo que pasa; la Reina le echa fuerte reprimenda á nuestra heroína, y todos convienen en que el galán aquél es un majagranzas, que no merece ni descalzarle el chapín á la doncella.

Cuanto se diga de en este sentido es justo. ¡Pero acusarme de estafador!... Que en París contraigo deudas; que me vengo a España con intención de pagar; que un francés sale escapado detrás de persiguiéndome; que le entretengo unos días; que me endosan unas letras para que las cobre; que las cobro y pago al francés; que los acreedores de aquí, envidiosos de ver la buena suerte del extranjero, se me echan encima, me ahogan, me embargan, me despojan la casa; que mi padre se enfurece y riñe conmigo y me retira su apoyo; que el dueño de las letras me exige su dinero; que no se lo puedo dar; que le pido un plazo; que me lo niega; y tomándolo por la tremenda da parte a la Justicia; que corro y me afano buscando un prestamista, y no lo puedo encontrar; que protesto de mis buenas intenciones y de mis deseos de cumplir, y nadie me cree; que me acusan de trapisondista y de estaf... No, no lo puedo sufrir.

Arbol coloso de verdor florido que tres centurias crece y exubera, es en mi patria la cultura ibera que la escuadra inmortal nos ha traído. Nativos ruiseñores hacen nido en sus frondas de eterna primavera, y aunque enfurece la ventisca fiera, en la arada social seguirá erguido. En vano ilusos de intelecto oscuro, que miran su grandeza con inquina, clavan las hachas en su tronco duro.

Roberto ve el retrato y se enfurece sobremanera; pero su astuta hermana le dice que su criada lo ha encontrado en la calle, y Ramón en seguida, convertido en pregonero, publica la pérdida del retrato, desvaneciendo las sospechas de Roberto.

Pasa adelante del punto en que aquél se había separado del camino y pierde el rastro; el tigre se enfurece, remolinea, hasta que divisa la montura, que desgarra de un manotón, esparciendo en el aire sus prendas.