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Afectando la más alta corrección, como la de apuesto caballero que asiste y corteja en un baile a gentilísima dama, bromeaba yo con mi tía: Señorita... ¡es usted encantadora! Dígnese usted escucharme. Ya no puedo, ni debo callar.... ¡Amo a usted!... ¡La adoro! La anciana reía, reía a su sabor, y contestaba a mis requiebros con frases entrecortadas, como si fuera presa de profunda emoción.

Pues á ese zángano que te corteja profirió Plutón dirigiéndose bruscamente á Demetria nadie le corta el pescuezo más que yo. Demetria le miró estupefacta con más sorpresa que indignación. Flora volvió á dar suelta á su risa. ¿Sabes lo que digo? manifestó al cabo encarándose con Plutón.

Es religioso con la devota, a quien obsequia con primorosos rosarios y virgencillas de plata; dicharachero y juguetón con la coqueta, a quien agasaja con adornos y telas; espléndido con la interesada, y aquí de las alhajas; adulador con la vanidosa, romántico con la poética, mañoso con la esquiva; y se amolda tan por completo al genio de la que corteja, que sentando con ella plaza de mandadero, luego queda convertido en prior.

Ella se irritó y hemos estado enfadados una semana entera, con motivo de ese Gerardo, que la corteja sin ocultarse. Encontraba yo que ella aceptaba y hasta buscaba imprudentemente sus galanteos y que se comprometía. Hícele la observación y ella la tomó con altanería e impaciencia. La acusé de ser una coqueta y de hacer doble juego, y ella se indignó, por lo que cambiamos palabras crueles.

Su palabra elocuente, un tanto enfática y voluptuosa, se apretaba, al salir, entre los dientes y los labios, al mismo tiempo que llevaba ambas manos al vientre y se contoneaba delante de las señoras como un palomo que corteja a la paloma dando vueltas en el borde del mechinal.

Lo peor y más trágico del caso es que el padre se ha enterado de que hay un galán que corteja á la niña, y se enfurece de tal modo, que si le coge, le parte la cabeza en dos con su espada toledana. Cuenta al Rey lo que pasa; la Reina le echa fuerte reprimenda á nuestra heroína, y todos convienen en que el galán aquél es un majagranzas, que no merece ni descalzarle el chapín á la doncella.

Hoy, una pecadora más o menos cara, de esas cuyo amor gozado sin ilusión, deja en alma y cuerpo el descaecimiento y el hastío propios de todo lo forzado; mañana, una gran señora de aquellas a quienes se corteja por vanidad, cuyas caricias no valen el sobresalto que cuestan; otro día, una camarera de fonda de las que a primera vista parecen limpias y resultan insoportables; de cuando en cuando, la mujer con quien se tropieza en viaje, posesión de lo anónimo, encanto de lo desconocido, los besos en el túnel, la parada en la misma fonda, noche, almuerzo, regalo y despedida con tristeza falsificada.

El Tarumbo, después de conocerla, me guiñó un ojo, la volvió la espalda y me dijo mientras cargaba de tabaco su pipa: Esa es Tanasia. ¿Y quién es Tanasia? le pregunté yo. La hija mayor del Toperu respondióme. ¿Y quién es el Toperu? volví a preguntarle. Pos es el padre de Tanasia... Vamos, de la mozona que corteja Chiscu.

Pero, amigo mío prosiguió él, menos afectado que yo por la bebida hemos sabido que a Mariquilla de las Nieves la corteja... ¡cortejar!, hermosa palabra que no tiene igual en ningún idioma... pues decía que la corteja un guapo de Jerez que se me figura es más afortunado que nosotros. Sin duda a ese es a quien usted quiere matar.