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Y el rey adoró en la cama. 48 Y también el rey habló así: Bendito sea el SE

Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. 14 Y él le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, adoró. 15 Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?

, yo respeto en aquel hombre el amor augusto de la familia; respeto y adoro esa sacratísima poesía, cuyo poeta no mora en este mundo. Aquella criatura envilecida lleva consigo un profundo misterio que Dios le ha dado, y ante ese misterio que Dios nos da, debia el hombre estudiar en silencio y con la cabeza destocada.

Y he realizado ahora un jadeante esfuerzo para subir a una perfección idéntica a aquella que tan sumisamente adoro. De suerte, mi querida amiga, que se tornó sin saberlo mi educadora. Y tan subordinado quedé a esa dirección, que no puedo concebir los movimientos de mi sér sino gobernados por ella y por ella ennoblecidos.

Escucha, Paulita, continuó; sabes cuanto te amo y cuanto te adoro, sabes que me siento otro cuando me envuelve tu mirada, cuando sorprendo en ella una centella de amor... sin embargo, si nada conseguimos, soñaría en otra mirada tuya y moriría dichoso porque un rayo de orgullo pudiese brillar en tus ojos y dijeses un día al mundo señalando mi cadáver: ¡mi amor ha muerto luchando por los derechos de mi patria!

Y para que no quede a nadie ni el menor escrúpulo respecto a mi estado de perfecta cordura, declaro que quiero a mi mujer lo mismo que el día en que la conocí; adoro en ella lo ideal, lo eterno, y la veo, no como era, sino tal y como yo la soñaba y la veía en mi alma; la veo adornada de los atributos más hermosos de la divinidad, reflejándose en ella como en un espejo; la adoro, porque no tendríamos medio de sentir el amor de Dios, si Dios no nos lo diera a conocer figurando que sus atributos se transmiten a un ser de nuestra raza.

Prefiero seguirte por el mundo, aunque no quieras; ser tu criado, verte... hablarte, mejor que enterrar aquí mi desesperación bajo millones. ¡Ah, niño! ¡niño mío!... ¡Cómo me quieres! ¡Cómo te adoro! Y cayó sobre él frenética de pasión, impetuosa, loca, apresándole entre sus brazos como una fiera.

Hemos pensado que lo mejor era ahorrarle ese disgusto. Adoro las cartas de Luciana, porque se muestra en ellas más libre y más tierna que hablando. En los raros instantes en que podemos hablar solos está reservada y casi fría y me hace feliz esta reserva, hija de su pudor y de su dignidad. El lazo que nos une, aun siendo un poco místico, no deja de ser fuerte. Máximo de Cosmes a su hermano.

Cuando llegó a convencerse de que no podía ser feliz, todo le pareció imposible, todo mentira. El amor resumía todas sus ambiciones antes cifradas en la perfección religiosa, y precisamente cuando su conciencia rechazaba con más vigor lo que antes adoró, fue cuando las circunstancias le obligaron a adoptar una resolución que fijara definitivamente el sentido y la norma de su vida.

¡Yo no quiero morir, Ulises!... No soy aún vieja para morir. Yo adoro mi cuerpo, soy el primero de mis enamorados, y me aterro al pensar que puedo ser fusilada. Pasó por sus ojos un reflejo fosfórico; sus dientes chocaron con el castañeteo del terror.