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Y nos separamos enfadados. Máximo de Cosmes a su hermano. ...Diversos obstáculos me han impedido ir a casa de Lacante durante varios días. Ayer, jueves, día de la comida semanal, me fui temprano para poder hablar con él tranquilamente. Elena estaba sola en la salita, y me salió al encuentro con expresión de cándida ansiedad.

Adiós, me marcho... Por fortuna, tengo tiempo de aquí a diciembre para preparar mi curso del Colegio de Francia. Máximo de Cosmes a su hermano. 30 de junio. Continuación de mi aventura. Estoy hace tres días en Quimper y no todavía cuándo podré marcharme. He atravesado la Bretaña de un tirón y me gusta su aspecto áspero y recogido. Algún día volveré para conocerla más íntimamente.

Aquel día, sin embargo, hubiera querido dar un rodeo para saborear mi contento, pero esos excesos no están en el programa e invité a mi alegría a no salirse del camino recto. ¿Y sabe usted, señor cura, por qué estaba yo tan alegre?... Porque Máximo de Cosmes ha dicho que soy bonita... ¡Qué horrible vanidad! Y por mucho que trato de ruborizarme de vergüenza, la verdad es que estoy contenta.

He recibido cita, para la apertura del testamento, del notario y de las personas designadas por la muerta como ejecutores testamentarios. La reunión se verificará mañana. Máximo de Cosmes a su hermano. Excepto unas mandas a los pobres, a ciertas obras de beneficencia y a los criados, la señorita de Boivic deja toda su fortuna, unos cuarenta mil pesos, a su sobrina Elena Lacante.

Pero en el entresuelo de la calle de Tournon el prestigio poético se atenúa y se descolora y veo a esta joven tal como es: una criaturita inofensiva y graciosa, que sería acaso linda si fuese feliz, pero que tiene las facciones envueltas en un velo de melancolía y de temor que empañan su brillo. Máximo de Cosmes a su hermano. 15 de julio. Elena está decididamente enferma.

Pero, a pesar de sus anatemas y de su aire regañón y contrariado, se le escapan palabras que denuncian una sensibilidad más excitada de lo que él quiere confesar. La juventud, unida al sufrimiento, tiene gracias a que no es posible resistir. Máximo de Cosmes a su hermano. 18 de julio. La revelación pública se hizo de improviso, ayer tarde.

Es increíble. Máximo de Cosmes a su hermano. 30 de julio. La enfermedad de Elena se prolonga sin dejar de ser grave. Los médicos esperan el veintiún día para pronosticar, entonces deberá producirse una crisis que será decisiva. La vi la otra mañana, muy blanca, en su camita de campaña instalada en la biblioteca para dos o tres noches y que será, acaso, el lecho de su eterno reposo.

Le falta Lacante en su colección, y Luciana le había prometido procurárselo valiéndose de . Me esforcé por excusar a Lacante con vagas razones, pero Lautrec cortó mi inútil retórica. Si Máximo no trae a Lacante dijo, trae en cambio una novela inédita. ¡Una novela! Veamos, veamos... Señor Cosmes, no puede usted negarse.

He propuesto que se le haga pasear por París, antes de enjaularla entre las rejas de Sión; pero hay que esperar que esté vestida decentemente y libertada para siempre de aquellas galas enmohecidas en un armario, y que llevaba, sin duda, la señorita de Boivic hace treinta años. Máximo de Cosmes a su hermano. 15 de julio.

Hemos pensado que lo mejor era ahorrarle ese disgusto. Adoro las cartas de Luciana, porque se muestra en ellas más libre y más tierna que hablando. En los raros instantes en que podemos hablar solos está reservada y casi fría y me hace feliz esta reserva, hija de su pudor y de su dignidad. El lazo que nos une, aun siendo un poco místico, no deja de ser fuerte. Máximo de Cosmes a su hermano.