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Las sombras de las hojuelas de la bóveda verde jugueteaban sobre las hojas del libro, blancas y negras y brillantes; se oía cerca, detrás, el murmullo discreto y fresco del agua de una acequia que corría despacio calentándose al sol; fuera de la huerta sonaban las ramas de los altos álamos con el suave castañeteo de las hojas nuevas y claras que brillaban como lanzas de acero.

Su fealdad sólo era igualada por la impavidez y el desdén compasivo con que miró a Mauricia. Sor Marcela traía en la mano derecha una gran llave, y apuntando con ella al esternón de la delincuente, hizo un castañeteo de lengua y no dijo más que esto: «Andando». Quitose la fiera con rápido movimiento su toca, sacudió las melenas y salió al corredor, echando por aquella boca insolencias terribles.

Y Catalina castañeteó los dedos, frunció sus negras cejas, y echó miradas de indignación alrededor del dormitorio, como buscando algún cobarde en sus antepasados de Corlear. hablas así, porque te ha caído en gracia ese señor Príncipe dijo Carolina.

Sinang varias veces castañeteó y su madre no la pellizcó, quizás porque estuviese abismada ó porque juzgase que un joyero como Simoun no iba á tratar de ganar cinco pesos más ó menos por una exclamacion más ó menos indiscreta. Todos miraban las piedras, ninguno manifestaba el menor deseo de tocarlas, tenían miedo. La curiosidad estaba embotada por la sorpresa.

¡Yo no quiero morir, Ulises!... No soy aún vieja para morir. Yo adoro mi cuerpo, soy el primero de mis enamorados, y me aterro al pensar que puedo ser fusilada. Pasó por sus ojos un reflejo fosfórico; sus dientes chocaron con el castañeteo del terror.

Pero después caía en la huerta obscura, con sus ruidos misteriosos, sus bultos negros y alarmantes que pasaban saludándola con un «¡Bòna nitlúgubre, y comenzaban para ella el miedo y el castañeteo de dientes. No la intimidaban el silencio y la obscuridad. Como buena hija del campo, estaba acostumbrada á ellos. La certeza de que no iba á encontrar á nadie en el camino la hubiera dado confianza.

Formas á cual más caprichosas, combinaciones de piedras y y perlas imitando insectos de azulado lomo y élitros transparentes; el zafiro, la esmeralda, el rubí, la turquesa, el brillante, se asociaban para crear libélulas, mariposas, avispas, abejas, escarabajos, serpientes, lagartos, peces, flores, racimos, etc.: había peinetas en forma de diademas, gargantillas, collares de perlas y brillantes tan hermosos que varias dalagas no pudieron contener un ¡nakú! de admiracion y Sinang castañeteó con la lengua, por lo que su madre, Cpna.