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Inmediatamente se vieron rodeados por una porción de aldeanas conocidas de Laura en otro tiempo, quienes prorrumpieron en exclamaciones de sorpresa y placer, saludándola con muestras de un regocijo espontáneo, y prodigándola mil epítetos cariñosos de los que tanto abundan en la lengua rústica y primitiva de estas comarcas, tales como «botón de rosa, lucero, corazón de manteca, reitana y palomina sin hiel». Ninguna, sin embargo, se atrevía á llamarla de , ni á besarla, aunque buena gana se les pasaba á todas.

Al despedirse de ellos tropezó con Mercedes la Cardenala, á quien no había vuelto á hablar desde la memorable noche en que Soledad fué á buscarle á su casa. Como el buen humor le retozaba en el cuerpo, se aventuró á detenerla, saludándola con afectuosa expansión. La muchacha, sorprendida de aquel arranque, estuvo fría, circunspecta y no dejó de mortificarle con algunas palabritas amargas.

Voy a dos pasos de aquí me respondió con un poco de cortedad, a hacer una visita. Y nombró a la persona a cuya casa iba. Que sea o no recibida añadió, separémonos. Es bueno que no se nos vea juntos. No hay nada de insolente en sus procederes. Ha hecho usted tales locuras que en lo sucesivo me corresponde a el ser prudente. La dejo a usted dije saludándola.

Al día siguiente, es decir, ayer muy temprano, había partido á caballo para vigilar en los alrededores el corte de algunos bosques. A eso de las cuatro de la tarde volví en dirección al castillo, cuando en un brusco recodo del camino halléme súbitamente de frente á frente con la señorita Margarita. Estaba sola. Disponíame á pasar, saludándola; pero ella detuvo su caballo.

Elena le miraba ahora con interés, y no ocultó su despecho al ver que desaparecía, saludándola fríamente, como si nada le importase alejarse de ella. El aquel momento Canterac estaba retenido por su conversación con el marqués, Moreno hablaba con Robledo, y á Pirovani le pareció oportuno no dejar que transcurriese más tiempo sin exponer á Elena lo que pensaba.

Sus lágrimas surgieron con toda libertad al verse en, aquella habitación cuyos muebles y cuadros le recordaban al ausente. Argensola corrió desde la puerta al fondo de la pieza, agitado, confuso, saludándola con frases de bienvenida y removiendo al mismo tiempo objetos.

La esposa de Cuadros, que respondía a sus amigas con sonrisas de conejo y parecía muy preocupada por pensamientos tristes y misteriosos, abalanzóse a doña Manuela, saludándola con apretado abrazo y sonoros besos. Parecía una desesperada que encuentra al fin el medio de salvación. Tenemos que hablar, doña Manuela le dijo al oído . No, ahora no; después se lo contaré todo. ¡Ay, si usted supiera...!

Quiso pensar en aquello, en Lindoro, en el Barbero, para suavizar la aspereza de espíritu que la mortificaba. ¡Si yo tuviera un hijo!... ahora... aquí... besándole, cantándole.... Huyó la vaga imagen del rorro, y otra vez se presentó el esbelto don Álvaro, pero de gabán blanco entallado, saludándola como saludaba el rey Amadeo.

El tañedor era de los que regresaban a la tierra americana, saludándola con su música simple. En el muelle iba a encontrar los amigos de su pueblo, su familia, todos los atractivos de una nueva patria libremente escogida. El Morenito callaba, como si se reconociese de pronto sin autoridad y sin fuerza para aleccionar a aquellos jóvenes cansados de admirarle.

Entre las sombras de la noche, mi ávida mirada distinguia, aunque confusamente, la ciudad de Santa Cruz, que simbolizaba á mis ojos toda España, y saludándola con júbilo y emocion, la perdí de vista en el momento en que continuamos nuestro largo viaje. De Santa Cruz de Tenerife á San Vicente, en el Cabo Verde, se emplean cuatro dias.