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Con estos juegos iba, sin pensarlo, adiestrándome en un arte en el cual poco antes carecía de habilidad consumada, y aquella tarde tuve la suerte de probar la sabiduría de mi maestro dándole una estocada a fondo con tan buen empuje y limpieza, que a no tener botón el estoque, hubiéralo atravesado de parte a parte. ¡Oh, amigo Araceli! exclamó lord Gray con asombro . Usted adelanta mucho.

Gabriel guardaba un botón del uniforme del criollo, que en una de estas rebeliones de su debilidad había quedado entre sus dedos. Después, cansados los atormentadores de la inutilidad de sus violencias, le dejaban olvidado en la mazmorra. Un pan y unos trozos de bacalao seco eran su comida. La sed, una sed infernal, le desgarraba las entrañas, le oprimía la garganta y hacía arder su boca.

Me contaste que viniendo no por dónde te salió un borracho, y tuviste que andar a trompazos con él. Traías tierra en la americana azul. Toda la noche estuviste muy inquieto, ¿no te acuerdas? Me acuerdo, dijo el Delfín, renovando en su mente el lance con Maximiliano. Pues verás. Otra noche, cuando te desnudabas, plin... cayó al suelo un botón. Vino saltando hasta cerca de mi cama.

El pecho de la camisa estaba abierto en todo tiempo, dejando ver un matorral de pelos blancos. Los pantalones se sostenían invariablemente con un solo botón, y cuando el viento levantaba la camisa, salía á la luz un nuevo triángulo peludo y blanco, con el vértice hacia arriba, que era continuación del triángulo enmarañado del pecho, con el vértice hacia abajo.

Se alejó el duende mestizo rascándose por debajo de la suelta camisa el grueso botón de su panza achocolatada. Poco después volvió á aparecer, y con su vocecita cantarina y melosa de indio anunció á Watson: Mi patroncita dice que se vaya, y que no quiere verle más, porque es usted... porque es usted muy feo.

Algunas, á pesar de sus extraordinarias vestimentas, envidiaban el luto de Julieta. Una de ellas fué más lejos en la manifestación de sus deseos: ¡Qué suerte tener un muerto en la familia! ¡El negro sienta tan bien!... Todas fumaban. Se habían tendido en el suelo, sobre pieles de oso blanco ó redondos almohadones de seda, abullonados y con un botón hondo en el centro, semejantes á calabazas.

Una vez así crucificado le soltaron el botón de los calzones, que cayeron á los pies, sirviéndole de grillos. Y riendo de la gracia y dirigiéndole groseros sarcasmos, siguieron hacia Lorío, dejándole en medio del camino en tal triste y bochornosa disposición. Era punto menos que imposible caminar de aquel modo.

Los niños blancos parecían como perdidos dentro de pantalones viejos de sus padres y sus pies se movían sueltos en el interior de enormes zapatos. Los indígenas llevaban una simple camisita ó iban con la barriga al aire, resaltando sobre su curva achocolatada el amplio botón del ombligo.

Abrió los ojos, y vio cerca de María Teresa una llama ondulante que subía hasta el techo. Un doble movimiento, arrojó en sentido inverso a Juan y a Huberto. Mientras éste tocaba apresuradamente el botón eléctrico, Juan arrancaba la pantalla de vitela que ardía, los papeles de música encendidos a su contacto y, oprimiendo todo entre sus manos, sofocó el fuego.

¡Uha! dijo el gigante; tengo que sacarme otro botón. ¡Qué estómago de avestruz tiene este hombrecito! Bien se ve que estás hecho a comer piedras. Anda, perezoso dijo Meñique, come como yo y se echó en el saco un gran trozo de buey. ¡Paff! dijo el gigante, se me saltó el tercer botón: ya no me cabe un chícharo: ¿cómo te va a ti, hechicero?