United States or Azerbaijan ? Vote for the TOP Country of the Week !


Fieme en el buen Tomillas, tañedor de laúd e dulzaina, e él dará rebato en toda aventura... mas hele, hele por do viene. Mala landre me mate si no somos acometidos. Tres campanarios armados entran por la calle, de cada paso llevándose media plaza de andadura, y en las manos menean por mazas sendos robles o palos de navío. El miedo vos face abultar las cosas, buen Tomillas.

Nadie ha podido informarme aquí acerca del particular, ni siquiera Francet Mamaï, mi tañedor de pífano, quien conoce de pe a pa las leyendas provenzales. Francet piensa, lo mismo que yo, que debe de ser reminiscencia de alguna antigua crónica del país de Aviñón, pero no he oído hablar jamás de ella, sino tan sólo por el proverbio.

El tañedor era de los que regresaban a la tierra americana, saludándola con su música simple. En el muelle iba a encontrar los amigos de su pueblo, su familia, todos los atractivos de una nueva patria libremente escogida. El Morenito callaba, como si se reconociese de pronto sin autoridad y sin fuerza para aleccionar a aquellos jóvenes cansados de admirarle.

No tardaron éstos en tomar el compás de la vihuela y era cosa de verlos con los pies en el aire, bailando sobre las manos, con tanta presteza y facilidad como si toda la vida hubiesen andado en aquella postura. ¡Más aprisa, más aprisa! gritaban al tañedor, que los complacía riéndose á carcajadas. ¡Bravo, don alfeñique! exclamó por fin uno de los danzantes, dejándose caer rendido sobre la hierba.

Creía que se bailaba en los salones la polka íntima que él, años atrás, había visto bailar en Madrid, con ocasión de cierto viaje curioso. En mi tiempo bailábamos de otra manera. El Arcipreste olvidaba de buena fe que él nunca había bailado más que con alguna silla. Eso ; allá, cuando seminarista, había sido gran tañedor de flauta y bailarín sin pareja.

»Contrato elevado en Pamperigouste, en el estudio de Honorato, estando presentes Francet Mamaï, tañedor de pífano, y Luiset, alias el Quique, portador de la cruz de los penitentes blancos. »Los cuales firman con las partes y el notario, previa lectura...» ¡Valiente susto les he dado a los conejos!

Regalado se fingía enamorado profundamente de sus gracias, la seguía, la requebraba y á veces le daba también serenata á la puerta de su casa con la flauta, pues era diestro tañedor de este instrumento. Maripepa había llegado á creer en su pasión, y aunque no la alentaba, porque el mayordomo de D. Félix era casado, la agradecía mostrándose con él afectuosa y compasiva.