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Actualizado: 24 de julio de 2025
Oh, don Malicioso, ¿e non sabedes que el jaco de malla, e la cota, e el broquel, e el montante, e otros arrequives de tal guisa, algún tanto empescen e perturban los miembros? Más aosadas que el ánimo, más despejado va que nunca, e resuelto a todo. Más dígame, dómine Tomillas, ¿traedes el discante y la letra para cantar? Sí traigo.
Dejando la turba alegre a Tomillas mal parado, embistieron con el amante, que en buen paladín en medio de la calle blandía la espada para reñir como bueno, animado por las voces del marimacho enrejado, que le acuciaba a reventar de fuerte, o semejándole en lo bravo a Leonidas e a otros perillanes de la antigüedad.
Fieme en el buen Tomillas, tañedor de laúd e dulzaina, e él dará rebato en toda aventura... mas hele, hele por do viene. Mala landre me mate si no somos acometidos. Tres campanarios armados entran por la calle, de cada paso llevándose media plaza de andadura, y en las manos menean por mazas sendos robles o palos de navío. El miedo vos face abultar las cosas, buen Tomillas.
Fuera de que Cide Mahamate Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas; y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio; de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien haya mil veces el autor de Tablante de Ricamonte, y aquel del otro libro donde se cuenta los hechos del conde Tomillas; y con qué puntualidad lo describen todo!
Mas hemos llegado al lugar: vos faredes la escucha, buen Tomillas, mientras yo guindo mi persona por el tapial, ansí como me hagan la seña. Rasgad empero el instrumento, e apuntadme la letra.
Y era así, que los mozos gabachos del comendador, que todo el día anduvieron guantando con blanco a los vagantes, y sujetando jirones y añaceas al manto de las dueñas, encontrando de estantigua al buen Tomillas, por la media noche le arremetieron con algazara, e le atapaban la boca con poleadas de yeso, cual a chico mamón, e el cuitado gritaba: "Que me rematan a coces y cucharadas."
Todo home face tales añascos y marañas para burlar a nos las doncellas, e después de burladas, el duelo ajeno del pelo cuelga. Mal alfajeme remoje las mis barbas si mi promesa...; pero al pobre Tomillas lo rematan... ¡Santo Dios, qué vapuleo!
Palabra del Dia
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