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Á los cuales bultos Inca Yupanqui mandó, cuando ansí los mandó poner en los escaños, que les fuesen puestas en las cabezas unas diademas de plumas muy galanas, de las cuales colgaban unas orejeras de oro; y esto ansí hecho, mandó que les pusiesen ansímismo en las frentes, á cada uno destos bultos, unas patenas de oro, é que siempre estuviesen dos mamaconas mujeres con unas plumas coloradas largas en las manos é atadas unas varas, con las cuales oxeasen las moscas que ansí [en] los bultos se sentasen; el servicio de los cuales é que ansí se hiciese á estos bultos, fuese muy limpio; é que las mamaconas é yanaconas, cada é cuando que delante destos bultos pareciesen á les servir y reverenciar, é otros cualesquier que fuesen, viniesen muy limpios é bien vestidos, é con toda limpieza é reverencia é acatamiento estuviesen delante destos tales bultos.

Yo las coronaba en mi mente con diademas y mitras orientales, y las envolvía en mantos de púrpura y de oro, y las rodeaba de pompa regia, como a Ester y a Vasti: yo les prestaba la sencillez bucólica de la edad patriarcal como a Rebeca y a la Sulamita; yo les daba la dulce humildad y la devoción de Ruth; yo las oía discurrir como Aspasia o Hipatia, maestras de elocuencia; yo las encumbraba en estrados riquísimos y ponía en ellas reflejos gloriosos de clara sangre y de ilustre prosapia, como si fuesen las matronas patricias más orgullosas y nobles de la antigua Roma; yo las veía ligeras, coquetas, alegres, llenas de aristocrática desenvoltura, como las damas del tiempo de Luis XV en Versalles; y yo las adornaba, ya con púdicas estolas, que infundían veneración y respeto, ya con túnicas y peplos sutiles, por entre cuyos pliegues airosos se dibujaba toda la perfección plástica de las gallardas formas; ya con la coa transparente de las bellas cortesanas de Atenas y Corinto, para que reluciese, bajo la nebulosa velatura, lo blanco y sonrosado del bien torneado cuerpo.

«Con lanza enristrada cruzó como rayo Llevando la enseña del pueblo de Mayo Del Plata á los Andes y ardiente Ecuador; Y reales diademas, y tronos y cetros Se hicieron pedazos, cual viejos espectros, Crujiendo á las plantas del gran lidiadorEl centinela alzó la noble frente Que súbito relámpago cruzó; Y atónito, el fusil resplandeciente Ante los huesos frios presentó.

Formas á cual más caprichosas, combinaciones de piedras y y perlas imitando insectos de azulado lomo y élitros transparentes; el zafiro, la esmeralda, el rubí, la turquesa, el brillante, se asociaban para crear libélulas, mariposas, avispas, abejas, escarabajos, serpientes, lagartos, peces, flores, racimos, etc.: había peinetas en forma de diademas, gargantillas, collares de perlas y brillantes tan hermosos que varias dalagas no pudieron contener un ¡nakú! de admiracion y Sinang castañeteó con la lengua, por lo que su madre, Cpna.

De los cuernos pendían diez diademas, y en cada una de las siete cabezas llevaba escrita una blasfemia. Estas blasfemias no las decía el evangelista, tal vez porque eran distintas, según las épocas, modificándose cada mil años, cuando la bestia hacía una nueva aparición.

Y eran flores, flores bellas, las que mórbidas, y esbeltas, y rientes, arrastraban al claror de las estrellas y al sollozo de las aguas somnolentes, sus disfraces de princesas, de princesas refulgentes y de históricas marquesas, con magníficas diademas y con túnicas crujientes.

3 Y apareció otra señal en el cielo: y he aquí un grande dragón bermejo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas. 4 Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las echó en tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba de parto, a fin de devorar a su hijo cuando hubiese nacido.

Ellas conocían al dedillo todos los regalos de la novia: los diamantes, las perlas, los zafiros, los rubíes, las cadenas de pulseras y anillos y la serie de diademas, de aros y flores de piedras preciosas, que la vanidad humana había depositado a los pies de aquella criatura que vendía su cuerpo a los tres millones de un viejo de más de sesenta años.

Estando en esto, y yo con lo bebido atolondrado, entraron cuatro de ellos, con cuatro zapatos de gotoso por caras, andando a lo columpio, no cubiertos con las capas sino fajados por los lomos; los sombreros empinados sobre la frente, altas las faldillas de delante que parecían diademas; un par de herrerías enteras por guarniciones de dagas y espadas; las conteras en conversación con el calcañar derecho; los ojos derribados, la vista fuerte; bigotes buidos a lo cuerno, y barbas turcas, como caballos.

Yo que os extenuais de emociones supremas cuando en vuestras corolas deposita sus gemmas el bienhechor rocío, entre la noche tibia. Fuísteis como diademas en las frentes de Lais, de Salomé, de Aspasia, de las cocottes de Europa y bayaderas de Asia y de las Margaritas que enfloraron América.