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Los perros helénicos comprendieron que no era un bárbaro quien osaba pisar el suelo sagrado de la Hélade, lo reconocieron y le rindieron acatamiento moviendo el rabo. Al mismo tiempo Talín se acercó á ellos y cambió con Faón un saludo amical rozándole el hocico.

No hubo joven más o menos gallardo o acaudalado que por iniciativa propia o por las insinuaciones de su familia no se resolviese a pasearle la calle, a esperarla a la salida del colegio, a mandarle cartitas y a decirle requiebros en el paseo. La niña, ufana con tanto acatamiento, embriagada por el incienso, no se daba punto de reposo tomando y soltando novios.

Pepita Jiménez, a quien muchos han visto nacer, a quien vieron todos en la miseria, viviendo con su madre, a quien han visto después casada con el decrépito y avaro D. Gumersindo, hace olvidar todo esto, y aparece como un ser peregrino, venido de alguna tierra lejana, de alguna esfera superior, pura y radiante, y obliga y mueve al acatamiento afectuoso, a algo como admiración amantísima a todos sus compatricios.

La colonización inglesa, la holandesa y hasta la misma francesa, bien se estudie bajo el cosmopolitismo comercial de Singapore; bien en las primitivas costumbres del malabar que lleva sus dedos á la frente en señal de acatamiento ante una civilización de que se utiliza, por más que no comprende; bien se aquilate en las colosales obras de la cisterna de Aden; bien en las riquezas de los mercados de Calcuta y Bombay; bien en la transigencia de la pagoda; bien en las sagradas corrientes que baten la druídica peña ó dan vida al muérdago del sacrificio; bien que esa colonización se levante á la sombra del peñasco de Hong-Kong, atalaya que vigila al Celeste Imperio; bien que se extienda por las abrasadas arenas de la Arabia, bíblicos recuerdos que evocan las civilizaciones faraónicas; bien que respete antiguos usos, contemporizando con las grotescas fórmulas del ritual cipayo; bien viva bajo el protectorado yankee en las ondas del Pacífico; bien á la sombra de la tricolor bandera de Saigón; bien que se extienda desde los modestos establecimientos de Macao, á las opulentas factorías de la India y de Java, donde el indígena percibe los efectos del telégrafo y del vapor, sin que jamás llegue al conocimiento científico de las causas que obran bajo el émbolo de la caldera que desarrolla la fuerza ó la confusión de los elementos de la pila que arrancan el rayo; bien que la metrópoli explote, ora el sensualismo malabar, ora el embrutecimiento en que reduce al chino las perniciosas emanaciones del anfión, siempre vemos su razón de ser, su principio vital de conservación, extremo al cual debe llevar la raza dominante todo su estudio, toda su ciencia y todos sus cuidados.

Y esto hecho, Viracocha Inca se levantó en pié y les agradeció la voluntad y amor que á él y á su hijo le mostraban y tenian; y díjoles el mes y tiempo en que habian de enviarle sus indios y gentes para que edificasen su pueblo; é ansí, los señores se levantaron en pié, é quedando con él de se los inviar, como dicho tenian, le hicieron su acatamiento, é ansí se despidieron dél; donde le dejaremos, y hablaremos de Inca Yupanqui.

Considerad que con esta fama nos manda llamar el Rey nuestro Señor. Entramos vos y yo, y hecho el acatamiento debido, si de turbados acertáremos con ello, nos pregunta: ¿Sois Manzanos y Cisneros? Responderéisle vos que , porque yo no tengo de hablar palabra. Luego nos vuelve á decir: Pues decidme gracias. Agora quiero yo saber: ¿Qué le diremos?

Vivían «amontonados» palabras de las vecinas , sin que esta situación irregular produjese el menor escándalo en un caserón donde la miseria favorecía promiscuidades merecedoras de mayores repugnancias. El señor José, en su acatamiento supersticioso a todo lo establecido, quería salir de este arreglo anormal.

-Digo que yo estoy seguro de la bondad y verdad de mi amo; y así, porque hace al caso a nuestro cuento, pregunto, hablando con acatamiento, si acaso después que vuestra merced va enjaulado y, a su parecer, encantado en esta jaula, le ha venido gana y voluntad de hacer aguas mayores o menores, como suele decirse.

El Conde no respondía con desvío. Esto hubiera sino menos cruel. El Conde respondía con gratitud, con cortesanía extremada y con tan glacial acatamiento, que ponía fuera de a la pobre Marquesa.

Y ansí, se partieron , y Inca Yupanqui se quedó en la ciudad, y los tales señores caciques se fueron de allí derechos do Viracocha Inca estaba; y despues de le haber hecho su debido acatamiento, como Inca Yupanqui se lo habia mandado, le dijeron cómo Inca Yupanqui los inviaba allí a que viesen en qué era servido que ellos le sirviesen; y como Viracocha Inca los viese delante de y tan gran multitud de señores y de tanto poder, holgóse mucho de ello, porque dellos tenia gran necesidad al presente, para que le favoresciesen con algun tanto de sus rentas, para edificar aquel pueblo que allí queria hacer; é díjoles que fuesen muy bien venidos, é levantóse de su asiento y abrazólos á todos y tornóse á sentar en su silla, y mandólos á todos que ansí se sentasen; y mandó que sacasen muchos vasos de chicha, y que les diesen á beber; y luego les hizo sacar mucha cantidad de coca, una yerba preciada que ellos siempre traen en la boca, la cual yerba la historia adelante dirá.