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Hoy existen en Filipinas, como ya hemos dicho, más de 70.000 chinos; todos ellos, salvo poquísimas excepciones, con el carácter de transeúntes, y esa masa de población que se renueva constantemente con todos los perjuicios que trae en pos de la accidentalidad, produce solo en los fumadores de anfión y registro de capitación más de 15 millones de reales anuales.

Los primeros civilizadores de la Grecia fueron músicos y poetas. Los sacerdotes, los sábios los médicos los filósofos y los matemáticos, fueron los primeros poetas griegos. Anfion, por el poder irresistible de las armonías de su lira, segun cuenta la fábula, puso en movimiento las piedras y levantó los muros de la ciudad de Tebas.

Orfeo, que hizo parte de la espedicion de los Argonautas, cuyo viage es tan cierto como el de Colon, domesticó á las fieras con los blandos sonidos de su lira, segun cuenta la misma fábula. Aun cuando pueda ponerse en duda este milagro y el de Anfion, ahí están sus Himnos de Iniciacion para comprobar que antes de que hubiese prosa hubo un poeta.

El alcoholismo, el tabaco, los goces sensuales, la gula, y cuanto constituye un vicio ó un placer se puede servir á domicilio en todas partes del mundo, y solo el chino para proporcionarse el goce de aspirar el humo del anfión necesita hacerlo en un sitio determinado, inmundo y nauseabundo, llamado fumadero, so pena de ser reo de una causa criminal por contrabandista, y de incurrir en la pena de 500 duros de multa, mas las costas ó destinársele á trabajos públicos por cada medio peso que dejen de satisfacer, amén de estar presos mientras se tramitan los allí largos procesos, si no prestan cuantiosas fianzas sujetas á arbitrarias apreciaciones.

Al oír estas trompetas se entrevé y se adivina la relación, conocida en lo antiguo y desconocida hoy, entre la música y la arquitectura. Al oír estas trompetas no parece del todo ponderación, encarecimiento o milagro, lo que se cuenta de Anfión erigiendo al son de la música las murallas de Tebas, y lo que se cuenta de Josué derribando las murallas de Jericó a trompetazos.

El triunfo que obtuvo María al estrenarse en aquella nueva liza, sobrepujó al que había logrado en Sevilla. No parecía sino que se habían renovado los días de Orfeo y de Anfión y las maravillas de la lira de los tiempos mitológicos. Stein estaba confuso. El duque, embriagado. Pepe Vera dijo un día a la cantaora: «¡Caramba, María, te palmotean que ni que hubieses matado un toro de siete años