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En ocasiones, á través de una masa de gentes tranquilas y pacíficas, un atolondrado, sordo y ciego, lo echa todo á rodar. ¡Prodigiosa comedia! Parece como que están ensayando entre ellos el drama que representará nuestro mundo, el noble y serio mundo de los grandes animales visibles.

Y dicho esto, hizo Doña Blanca al Comendador una ceremoniosa y fría reverencia, y echó á andar con sosegada gravedad, siguiéndola D. Valentín y llevando delante á Clara. Don Fadrique pagó la reverencia con otra, se quedó algo atolondrado, y dijo entre dientes: Está visto: es menester acudir á otros medios.

El compadre torció el gesto tristemente. ¿No estuvieron ellos próximos a ir al agua? Atolondrado por algún golpe, se habría ido al fondo como una bala. Pero el compañero, aunque pensó todo esto, nada dijo. Lejos, en el sitio donde la barca había estado próxima a zozobrar, flotaba un objeto negro sobre las aguas. ¡Allá está!

Enterado el Conde de todo, volvió a sus meditaciones y cálculos. Había dado el primer paso; pero era menester dar el segundo. Sabía ya con quién tenía que habérselas; pero esto de nada servía si no lograba con tino ponerse en comunicación con don Braulio y su familia. El Conde distaba infinito de ser un atolondrado.

Ya estaban los padres de Ángel enterados de casi todo lo que deseaban saber: por qué trasnochaba; por qué se vestía con tanto esmero; por qué andaba como desvaído a veces, y a veces hecho un cascabel, y hasta sabían por qué había llegado a casa la noche antes tan atolondrado y nervioso. Y no sólo lo sabían, sino que lo aprobaron y aun lo aplaudieron.

La muchedumbre, al ver sus lágrimas, prorrumpió en una carcajada sonora. Nunca le había parecido tan gracioso el Hombre-Montaña. El profesor, atolondrado por la caída del coloso, corrió detrás de él dando alaridos de indignación. Luego, al ver que lloraba, lloró igualmente; pero, á pesar de su pusilanimidad, pensó que las lágrimas no podían resolver nada y su dolor se convirtió en indignación.

El insecto, en su crisálida, parece olvidarse de mismo, ignorarse, permanecer extraño á los sufrimientos; diríase más bien que disfruta de esa muerte relativa, como un niño de teta en la templada cuna. Empero el crustáceo durante la muda se ve, tiene conciencia de : sábese precipitado repentinamente de la vida más enérgica á una deplorable impotencia. Parece atolondrado, perdido.

Aquel hombre que le había desafiado, insultándole impunemente mientras le tenía metido en su barraca como una gallina; su mujer que por primera vez le imponía su voluntad, quitándole la escopeta; su falta de valor para colocarse frente á la víctima cargada de razón: todo eran motivos para que se sintiese confuso y atolondrado. Ya no era el Pimentó de otros tiempos; empezaba á conocerse.

Aquí tenemos lo de Quilito observó misia Casilda, esas fortunas improvisadas me hacen a el efecto de casa sin cimientos; deja que sople el aire y verás dónde van a parar. ¡Y lo que vendrá! dijo Agapo en tono profético, acariciando sus barbazas. Tengo un dolor de cabeza... volvió a decir misia Casilda. Algún disgusto, ¿no es verdad? , ese atolondrado de Quilito tiene la culpa.

Aresti calló. Parecía atolondrado por la injusticia del ataque. ¡