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Mientras va el inspector general abstraído en tan hondas meditaciones, corre el tren a toda marcha y el aspecto del paisaje cambia otra vez. Deja la vía férrea el valle del Aube, sube raudo una pendiente y atraviesa luego una llanura pedregosa en que crece raquítico el centeno y en que de vez en cuando rompen la monotonía de la línea recta pequeños grupos de árboles desmedrados.

Parecíale que su voz era capaz de emitir los más profundos, los más calurosos, los más verdaderos acentos en defensa de los nobles principios de la época; le parecía que nada igualaba á su facilidad de expresión, á su lógica terrible, á su frase pintoresca y expresiva. En lo más callado de la noche, cuando en parajes solitarios se entregaba á sus meditaciones, se oía, se estaba oyendo.

Es una cosa sin nombre Como esas blancas visiones, Que en largas meditaciones Pasan con vuelo fugaz; Ó como el blando murmullo Que se oye en la selva umbría, Cuando de la noche fria Sopla la brisa fugaz.

Se notaba más despierto, más perspicaz para comprender, más curioso de los secretos de la ciencia, y le interesaba ya lo que antes le aburriera. En sus meditaciones, solía decir que le había entrado talento, como si dijese que le había entrado calentura. Indudablemente no era ya el mismo. En media hora se aprendía una lección que antes le llevaba dos horas y al fin no la sabía.

Y cuando todo queda preparado, se sienta y se absorbe en sus meditaciones. De vez en cuando murmura, como para reanimar su valor que se extingue: ¡Volverá! Afuera, la lluvia golpetea las ventanas, el viento de otoño silba sobre la taberna; y cada gota de lluvia, cada silbido anuncia: ¡Volverá! ¡volverá!

Aquí llegaba el de la corte con sus meditaciones sin notar que el sol había apagado su último reflejo, y que, por ende, la noche había dejado su habitación envuelta en la más impenetrable obscuridad, cuando un ruido estrepitoso, sobre el techo de la alcoba, le hizo dar un salto en la silla y buscar en seguida, á tientas y acelerado, la puerta, pensando que se hundía el tejado solariego.

Don Braulio se desesperaba, perdiéndose en tan crueles meditaciones, de las que no quería confiar nada a su mujer, ni tal vez hubiera acertado a confiarle algo aunque hubiera querido.

Fuí amigo de varios presidentes; á unos les he servido de bufón, á otros de consejero secreto. He redactado, á la vez, crónicas de vida elegante para las presidentas y proyectos de Constitución que sus graves maridos presentaban al pueblo como producto de nocturnas meditaciones. He huído de algunos de estos protectores, por miedo á que me fusilasen; sabía demasiados secretos.

No, no hay otro templo como ese globo que rueda eternamente en el espacio envuelto en el torbellino de los mundos: la vida se transforma sin cesar, y hallan cada dia en él los sentidos un nuevo espectáculo, la razon nuevas alas para remontarse al origen de los seres, la reflexion nuevos motivos para las meditaciones mas severas.

El redentor sintió frío en el corazón. ¡Fortunata canonizada! Esta idea, por lo muy absurda que era, le atormentó toda la mañana. «Francamente dijo al fin, después de muchas meditaciones , tanto como canonizar, no; pero bien podría darle por el misticismo y no querer salir, y quedarme yo in albis». Vamos, que semejante idea le aterraba!