United States or Chad ? Vote for the TOP Country of the Week !


En su mente germinaba un concepto singular de la autoridad conyugal: parecíale que su marido tenía derecho perfecto, incontestable, evidente, a vedarte todo género de goces y alegrías, pero que en el sufrimiento era libre y que prohibirle el padecer, el velar y el consagrarse a la enferma, era duro despotismo.

Ramiro sentía a través de sus pestañas asoleado movimiento de sedas en las tribunas. Galante murmullo bajaba ahora hasta él y parecíale respirar por instantes femeninos perfumes. Oíanse risas claras y festivas. Encima de su cabeza, el caballero que les había ofrecido los taburetes hablaba a media voz con una dama.

La había sentido vibrar entre sus brazos con el mismo estremecimiento de la sarracena y otras mujeres, cuando él las atraía para besarlas; y parecíale llevar aún en la mano el loco latir de aquel corazón bajo el duro azabache. En cambio, él también quedaba herido por Beatriz, y quizá para siempre.

Parecíale gentezuela de poco más o menos toda la que la rodeaba en su pueblo, y se prometió solemnemente morir soltera si no se presentaba por allí un pretendiente que, a la cualidad de buen mozo, reuniese un poco de educación, algo de mundo y cierto aquel a la usanza del día.

El militar estaba atónito y algo corrido. Parecíale que aquello era una réplica indirecta á su expresiva disertación del camino; y aunque se le ocurrió contestarla, vió en el rostro de Elías una expresión de contumacia y ferocidad que le intimidó. Su atención estaba en parte reconcentrada en la compañera del realista.

Encontrándose allí con Medrano, dijo a éste y al paje que le dejasen solo. La luna debía asomar hacia el naciente, pues la muralla comenzaba a contornear por ese lado sus triangulares almenas. Más de una hora pasó Ramiro sin apartar los ojos de la casa de Beatriz. Parecíale por momentos que el postigo de la puerta se entreabría y se cerraba. De pronto, un cuerpo de mujer asomó por la abertura.

Llamábale alternativamente brutandor o parisiense; el primer mote, como la palabra misma indica, porque le tenía por el mayor majadero que comía pan; el segundo, porque era muy pulcro, aficionado a vestir a la moda y a llevar esencias en el pañuelo. Aquella vaya continua, aquel martilleo, parecíale muy pesado a Miguel.

Su D. Jaime parecíale un Dios; pero un Dios que la adoraba a ella y que había de vivir siempre rendido a sus plantas. De aquí que doña Luz aniquilase y como embebiese su voluntad en la de D. Jaime, cediendo a todo lo que él deseaba. Doña Luz cedió en el empeño de quedarse a vivir en Villafría y consintió al cabo en seguir a Madrid a su amigo.

Aquella infracción de la aritmética parecíale una cosa muy grave. «Ponlo, hombre, ¿qué más te da? Que estén todos contentos...». Don Baldomero II se sonrió con aquella bondad patriarcal tan suya, y sacando otra vez lista y lápiz, dijo en alta voz: «Rossini, diez reales: le tocan mil doscientos cincuenta».

Unas veces miraba hacia el vecino jardín sumergido en tenebroso y perfumado silencio; otras levantaba el rostro y las pupilas hacia la altura. Nada exaltaba su pasión como el suntuoso misterio de los astros. Parecíale que sus luces inquietas le hablaban un lenguaje sublime que él no alcanzaba a comprender.