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Recibiéronme para tenerme atado detrás de la puerta de día, y suelto de noche; servía con gran cuidado y diligencia; ladraba a los forasteros y gruñía a los que no eran muy conocidos; no dormía de noche, visitando los corrales, subiendo a los terrados, hecho universal centinela de la mía y de las cosas ajenas.

Despáchanle con gente y marineros En una muy hermosa caravela: El alcalde Espinosa con mil fieros, Con su gente le hace centinela: Sin pasar veinte dias bien enteros A San Gabriel llegaron, porque vuela La nave, como un vivo pajarito, Tambien con Espinosa su barquito.

Al llegar cerca del convento de Recoletos, era ya de noche. ¿Quién vive? gritó el centinela. España. ¿Qué gente? Paisanos. Adelante. Volvieron a mostrar sus documentos al cabo de guardia y entraron en la ciudad carlista. Pasaron por el portal de Santiago, entraron en la calle Mayor y preguntaron en la posada si había alojamiento. Una muchacha apareció en la escalera.

El casco de acero de un centinela, contestó Simón. Pero apretemos el paso si hemos de llegar antes que la campana la señal de vísperas y el clarín la de alzar el puente levadizo; porque el barón de Morel, á fuer de buen soldado, es lo más exigente y riguroso en punto á disciplina.

El agua, verde y blanca, saltaba furiosa entre las piedras; las olas rompían en lluvia de espuma, y avanzaban como manadas de caballos salvajes, con las crines al aire. Lejos, a media milla de la costa, como el centinela de estos arrecifes, se levantaba la roca de aspecto trágico, Frayburu.

Dejó sobre la mesa de la sala un arsenal de medicamentos, y a Fortunata le recomendó la quietud, y que diese con la puerta del cerebro en los hocicos a toda idea triste que se presentara. Izquierdo se plantó de centinela en la sala, acompañado de una grande de cerveza, y por si la grande no era bastante para pasar la noche, llevó también una chica de añadidura.

Por mucho que lloviese, Novillo no dejaba de venir a la Rúa Ruera, bien provisto de chanclos de goma, polainas de cuero, un impermeable con capucha y, además, un paraguas abierto. Se guarecía en un portal, y allí montaba la centinela a la soberana de su corazón. ¿Qué habría sucedido ahora?

Echó una ojeada á los dos hombres, reconoció al visitante extranjero y al marinero que llevaba la caja y no se movió. Tragomer, lívido de emoción y con el corazón agitado, se llevó la mano al casco de corcho y dijo al pasar: Buenas tardes. Buenas, respondió el centinela. Jacobo estaba en la calle mas no, todavía, fuera del presidio. Había que pasar las fortificaciones.

Después no se oyó nada, y hasta sería fácil que tampoco se viese gran cosa. El corredor estaba como si no hubiese nadie en él. Si no fuese porque es muy feo mancillar la honra de una muchacha, podríamos sospechar que la amartelada pareja se había metido en lo interior de la casa. Piscis, en tanto, hacía la centinela paseando a lo largo de la calle. Y el caso es, que no era sólo él quien la hacía.

El capitán dijo que sería prudente que nos fuéramos a la ballenera, pues estos moros eran todos traidores. De paso dejamos sin un fruto los árboles de argán que fuimos encontrando. Nos metimos en la ballenera y quedó uno de guardia en un alto. Estábamos esperando, cuando sonó una descarga cerrada, y el centinela y cuatro de los que estaban a mi lado cayeron a tierra. Entre ellos, Burni.