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Actualizado: 2 de octubre de 2025
6 Porque el Señor me dijo así: Ve, pon centinela, que haga saber lo que viere. 7 Y vio un carro de un par de caballeros, un carro de asno, y un carro de camello. Luego miró mucho más atentamente. 8 Y gritó: León sobre atalaya. 9 Y he aquí este carro de hombres viene, un par de caballeros. Después habló, y dijo: Cayó; cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra.
En tanto que cada uno se acomodaba, apareció la señorita Margarita, como Antígona, guiando la marcha lenta y pesada de su abuelo. Vino á sentarse á mi derecha con ese aire de tranquila majestad que le es propio, y el poderoso Terranova, que parece ser el guardián titular de esta princesa, se acostó de centinela tras de su silla.
Este, centinela en un sillón frente al hogar, reanimaba el fuego cuando se iba extinguiendo, y D. Benigno hacía revivir la conversación moribunda cuando Salvador la dejaba apagar con sus monosílabos o con su silencio.
Así, una de las tres grandes potencias del Norte es en las orillas del Rin el centinela y defensor de la Alemania respecto del poderoso imperio frances, gracias al célebre congreso de Viena, en cuyo seno se repartieron á su sabor la Europa los soberanos vencedores coligados contra Napoleon.
El mejor hombre del mundo soy, y ya llevo muertos tres hombres, y de estos tres los dos son clérigos. Acudió á la bulla Cacambo que estaba de centinela á la puerta de la enramada. No nos queda mas que vender caras nuestras vidas, le dixo su amo; sin duda van á entrar en la enramada: muramos con las armas en la mano.
Mientras se vive aquí en Toledo, se sueña con la gloria, con empresas arriesgadas, con batallas gigantescas y triunfos ruidosos. Pero cuando con las dos estrellas en la manga se va a un regimiento, lo primero que sale a recibirles en la puerta del cuartel, casi antes que el saludo del centinela, es la realidad fea y antipática.
En Dulumbayan resonaron tambien varios tiros, de los que resultaron muertos un pobre viejo sordo, que no había oido el quien vive del centinela, y un cerdo que lo oyó y no contestó España. Al viejo no le enterraron facilmente pues no tenía con que pagar las exequias, y al cerdo se lo comieron.
Este es de los nuestros. Venid los dos. El tal hombre era un aldeano alto, flaco, vestido con un uniforme destrozado y una pipa de barro en la boca. Parecía el jefe y le llamaban Luschía. Martín y Bautista siguieron a los mozos armados, pasaron de Alzate a Vera y se detuvieron en una casa, en cuya puerta había un centinela. ¡Bajadlos! ¡Bajadlos! dijo Luschía a su gente.
¿Quién vive? volvió a gritar el centinela. Martín se aplastó en el suelo todo lo que pudo; sonó un disparo y una bala pasó por encima de su cabeza. Afortunadamente, el centinela estaba lejos. Cuando Bautista descendió, Martín comenzó a bajar. Tuvo la suerte de que la cuerda no se deslizase. Bautista le esperaba con el alma en un hilo.
Buscando con mis ojos la primera casa del pueblo, que antes se destacaba sola, como un centinela avanzado de él, tuve que detener la mirada bastante más atrás, en un edificio del moderno estilo industrial, que arrojaba á borbotones por una alta chimenea el humo espeso del carbón de piedra.
Palabra del Dia
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