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Cierto que yo no he visto ni conocido más gente en mi vida que la de esta ciudad y la de Villabermeja; pero adivino y veo claramente que ha de haber duquesas y hasta princesas cuyo barniz no me engañaría ni me alucinaría. Yo conocería al momento que era falso y de relumbrón, y que en el fondo eran aquellas damas más vulgares que tu cocinera.

Porque no es acertado dolerse de sus desgracias, y porque habiendo habido tantas principales señoras tan desventuradas, no parece bien que os desespereis. Contemplad á Hecuba, contemplad á Niobe. Ha, dixo la señora, si hubiera vivido yo en aquel tiempo, ó en el de tantas hermosas princesas, y para su consuelo les hubiérais contado mis desdichas, ¿os habrian acaso escuchado?

Y, diciendo esto, se adelantó y se puso en la mitad del camino por donde los frailes venían, y, en llegando tan cerca que a él le pareció que le podrían oír lo que dijese, en alta voz dijo: -Gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche lleváis forzadas; si no, aparejaos a recebir presta muerte, por justo castigo de vuestras malas obras.

La magia estaba reducida á un feroz león, formado de cañas y revestido de abacá y á una descomunal serpiente de bejucos y papel. Estos monstruos eran movidos por chicuelos que sudarían tinta dentro de las abrigadas entrañas de aquellos animalejos, que oportunamente se presentaban en escena para salvar ó defender á las princesas cristianas.

Cualquier sujeto, el más plebeyo de los mortales, podía comprar por un florín el retrato de Poldy, expuesto en los escaparates de muchas tiendas de Viena, entre las bellezas de la corte y del teatro, entre princesas, actrices y bailarinas.

Recibí de todas las princesas de Europa cartas con sellos heráldicos, exponiéndome por medio de fotografías y documentos la forma de sus cuerpos y la antigüedad de sus genealogías.

Y doña Manuela, embriagándose con la energía de su resolución, pensaba en la miseria como en una cosa desconocida, pero que iba pareciéndole grata por ser la salvación de su honor. Trabajarían ella y sus hijas. También duquesas, princesas y hasta reinas se habían visto en la miseria, arrostrándola con dignidad.

No mas: hola, tiento; que ya se iba a arrojar la malicia a su centro; que no hay ocasion, por segura que parezca para el mas, que no sea peligrosa; y no quiero mas pleitos por princesas. Convida a nuestra señoría a comer mañana: en su nombre se lo escribo

Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados, así de la figura de don Quijote como de sus razones, a las cuales respondieron: -Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen, o no, ningunas forzadas princesas.

De este látigo se valió, pues, el rey David, incitado por donna Olimpia, para infundir recato y compostura a sus cortesanos y hasta a las princesas de la real familia en una de aquellas orgías endemoniadas.