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Actualizado: 18 de septiembre de 2024
Su ardiente melodía, que expresa al mismo tiempo el placer y dulce tristeza; el sonido de las castañuelas que lo acompañan, el lánguido entusiasmo de las bailarinas, las miradas y gestos suplicantes del bailarín, la gracia y finura que refrena la voluptuosidad de los movimientos, todo, en fin, contribuye á formar un cuadro de atracción irresistible, que, sin embargo, sólo pueden expresarlo los españoles para que se aprecie en todo su valor.
Yo conozco á la bordadora, la Matea, que tiene un taller donde trabajan muchas chicas... No, señores, interrumpió Isagani; acudamos antes á los medios honestos... Iré yo á presentarme en casa del señor Pasta y si nada consigo, entonces ustedes hacen lo quieran con las bailarinas y las bordadoras.
Marchando en línea recta encontraba á Nápoles, con su montaña de humo, sus músicas y sus bailarinas morenas de pendientes de aro.
El Conde estaba sin amores conocidos, la crónica escandalosa no designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese cautivo en sus redes. En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se suponía alguna pasión oculta.
Desesperado y rabioso estaba yo de verle convertido en bon vivant, con sus puntas y collar de bribón desvergonzado; mas para evitar habladurías escandalosas, determiné aconsejar al colegio de los magos que siguiese sosteniendo que Parsondes había subido al empíreo, y que siguiese venerando su imagen, sin descubrir nunca, antes negando rotundamente, que Parsondes vivía con las bailarinas de Babilonia, en el alcázar de Nanar.
El gabinete se iba iluminando lentamente; los primorosos muebles y objetos que lo adornaban salían de la obscuridad graciosos, esbeltos y risueños como las bailarinas de las óperas cuando a un golpe de la orquesta se despojan del manto que las transformaba en espectros. Pero la luz no sonreía; cada vez se mostraba más triste y severa.
Después, Zaratustra enseñaba con orgullo de artista los adornos de algunos trozos de pared libres de guiñapos: estampas de santos, cromos de señoras en pelota, o con bailarinas de color de rosa, todo recogido al azar, en el curso de la busca, y que inmediatamente tomaba sitio en el dormitorio con ayuda de tachuelas o pan mascado.
Si fuese el caballero que ahora tiene al lado.... Aurelia protestó riendo. No; su hermano era más guapo que aquel soldado de cromo con rosetas en las mejillas como las bailarinas. Cuando terminó la representación, Raimundo pudo ver, no sin cierto sentimiento de celos, a Clementina aguardando en el vestíbulo su landó en compañía del mismo caballero.
Las bailarinas traían castañuelas en las manos y un sombrerillo en la cabeza, como se acostumbra aquí en los bailes; en la Zarabanda, era tan leve su movimiento, que no parecía baile. Diferénciase mucho su danza de la nuestra, porque mueven bastante los brazos, y levantan con frecuencia las manos hasta el rostro y el sombrero, aunque con cierta gracia, que agrada.
Ahí, en ese teatro, en ese harem de Europa, se revuelven trescientas ó cuatrocientas bailarinas, redoma donde queda encantada una gran parte de la aristocracia de Paris. ¿Comprendeis de este modo que el director de ese teatro sea uno de los primeros personajes de esta ciudad casi fabulosa? No puedo decir más. Llegamos al hotel á la una, y así terminó el dia décimo cuarto. =Dia décimo quinto=.
Palabra del Dia
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