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Actualizado: 18 de junio de 2025
Bailan en un café moro. Pasan las bailarinas de Java, con su casco de plumas. Salen de su teatro, vestidos de tigres, los cómicos cochinchinos.
Así es que a semejanza de los socios de un club madrileño, hablaban a gritos en su palco, conversaban con los cómicos a veces, decían galanterías o desvergüenzas a coristas y bailarinas, y se burlaban de los grandes ideales románticos que pasaban por la escena, mal vestidos, pero llenos de poesía.
El mayordomo no había visto jamás bailarinas. Al presentarse éstas en escena le hizo creer que traían las piernas desnudas.
Gonzalo, que era un grandullón de trece años, viendo aquella fea tosquedad, acudió en su auxilio, y puntapié va, trompada viene, soplamocos a uno y puñada a otro, en un instante puso en dispersión a los tres o cuatro descorteses mozuelos. Los ojos de las diminutas bailarinas le contemplaron con admiración.
»Tus hijos creerán proteger las artes manteniendo lujosamente bailarinas, cantantes ó simples portadoras de costosos trajes y joyas inauditas para halago de su orgullo. Tú, retenido por tus negocios, envejecerás y llegarás tarde á la escena de la vida, para ser un Mecenas de esta especie, contentándote con proteger á los pintores.
La tía, porque a pesar de la edad de su marido, estaba solevantada con lo peligroso que era, según dijeron las vecinas, que el bueno del hombre fuese a pasar las noches entre bailarinas y coristas; el tío porque, asombrado de la facilidad con que Cristeta se ganaba sus cuarenta reales, pensaba ya en el cobro de la quincena, y la muchacha porque aún le zumbaban en los oídos las palmadas.
Lanzado mi tío, después de la muerte de su mujer, en una vida de desorden para sus años y para su seriedad, recogiéndose tarde, picado por la tarántula de las artistas de teatro y de las bailarinas de Colón, el buen viejo le había echado la capa al toro, como vulgarmente se dice.
Los javaneses, de blusa y calzón ancho, viven felices, con tanto aire y claridad, en su kampong de casas de bambú: de bambú la cerca del pueblo, las casas y las sillas, el granero donde guardan el arroz, y el tendido en que se juntan los viejos a mandar en las cosas de la aldea, y las músicas con que van a buscar a las bailarinas descalzas, de casco de plumas y brazaletes de oro.
Los cómicos temblaban de frío en el escenario, dentro de la cota de malla, y las bailarinas aparecían azules y moradas dando diente con diente debajo de los polvos de arroz. Las decoraciones se habían ido deteriorando, y el Ayuntamiento, donde predominaban los enemigos del arte, no pensaba en reemplazarlas.
El palacio de Salomón era inmenso, y la sociedad en él muy amena. Multitud de poetas y de tocadores de arpas, tímpanos y salterios, le regocijaban de continuo. Allí había diestras bailarinas, artistas ingeniosos que hacían muebles elegantes y otras obras de extremado primor, y los mejores cocineros que entonces se conocían.
Palabra del Dia
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