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Actualizado: 18 de junio de 2025


No siempre son escuchados estos prudentes consejos. A veces el corazón puede más que la cabeza, y se han visto bailarinas casadas con bailadores. Se dan casos de jóvenes, bellas como la Venus de Anadyomene, renunciar a cien mil francos en joyas por unirse ante el altar con un empleado de dos mil. Otras abandonan a la suerte el cuidado de su porvenir y labran la desesperación de sus familias.

Me han dicho que usan ahora una jareta en el talle, con cuyos cordones se obtiene esta rigidez del pantalón, como si estuvieran puestos sobre un maniquí de madera. Usan el «saco» entallado, con vuelo de miriñaque, como nuestras abuelas. Gastan calcetines de colores muy vivos; azul-añil, verde-esmeralda, rojo de aurora, prendas, en fin, propias de las bailarinas de la Opera.

Sintió Ulises la placidez amistosa que inspiran los paisajes contemplados en la infancia. El había visto muchas veces este mismo panorama, con sus bailarinas y su volcán, allá en su caserón de Valencia: lo había visto en los abanicos del llamado «estilo romántico» que coleccionaba su padre. Freya experimentó una emoción igual á la de su compañero.

Cuando comenzaban las lecciones y los ensayos de coro, las niñas se levantaban, se repartían en secciones por el tablado, formaban círculos, los deshacían, como bailarinas de ópera; y los catequistas dirigiendo aquellos remolinos ordenados, aspiraban, entre tanta juventud verde, aromas espirituales de voluptuosidad quinti-esenciada con cierta dentera moral que les encendía las mejillas y los ojos, y causaba en su naturaleza robusta efectos análogos a los del kirschen o del ajenjo.

Retratos de comediantas y bailarinas sonreían con su boca pintada en el charolado cartón, alegrando el ambiente casto del reducto. Don Marcelo sintió impaciencia al ver tantos centenares de hombres sin encontrar entre ellos á su hijo. El senador, avisado por sus ojeadas, habló al jefe, que le precedía con grandes muestras de deferencia.

Mi respetable abuela me ha contado que todas las damas encopetadas de su tiempo sólo iban a la Opera atraídas por el baile, y no regateaban sus aplausos a los bailadores. Nosotros, a nuestra vez, protegemos a las bailarinas: ¡maldito él que piense mal!

Los esqueletos abandonados en el campo proporcionaban asientos más sólidos y durables. Al son de las guitarras empezaban á formarse las parejas de la danza chilena. Las bailarinas tenían un pañuelo en una mano, y con la otra levantaban un poco su falda para dar vueltas lentamente.

Fue exacto a la cita, y mientras comenzaba el ensayo, nos paseamos algunos momentos por el teatro. Hablaba en un tono grave, y sin embargo, amable y espiritual; pero notábase fácilmente que se esforzaba en sostener la conversación, y que alguna otra idea le preocupaba. Nuestras más lindas cantantes y bailarinas iban llegando sucesivamente.

Mariano, arrinconado en el recibimiento, y oyendo desde allí el rasguear de las plumas que en la sala hacían tan lucrativos números, se preguntaba por qué razón tenía el señorito Melchor sombrero de copa y él no; por qué motivo el señorito Melchor vestía bien y él andaba de blusa; por qué causa el señorito Melchor comía en los cafés, galanteaba bailarinas, fumaba buenos puros y paseaba con caballeros, mientras él, el pobre Pecado, comía y fumaba casi como los mendigos, y tenía por amigos a otros tan pobres y desgraciados como él.

Los camellos se echan a correr. El argelino sube al minarete, a llamar a la oración. El anamita saluda tres veces, delante de la pagoda. El negro canaco alza su lanza al cielo. Pasan, comiendo dulces, las bailarinas moras.

Palabra del Dia

trifulcas

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