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Pero apenas el conde, muy entusiasmado, hubo dicho unas cuantas galanterías triviales, la joven le disparó a quemarropa y en voz tan clara que todo el mundo lo oyó: A propósito, el capitán Raynal no ha recibido invitación, ¿sabe usted? Desconcertado por aquel ataque imprevisto, el conde balbució algunas palabras vagas.

En el primer caso, ¿cómo justificar mi silencio sin autorizar a Nieves para que me creyera muy interesado en quedarme con el clavel?; y en el segundo, tenía que meterme en una rociada de galanterías, que con toda seguridad hubieran resultado cursis e impropias de un hombre serio que mira a esos señores con la estimación respetuosa con que los miro yo.

Por dondequiera que pasaba, recibía una ovación. Preguntaban todos quién era, y oía una algarabía infinita de requiebros, flores, atrevimientos y galanterías, desde la más fina a la más grosera.

El distinguido jurista y un diputado de la cámara saltaron del carruaje y permanecieron junto a la portezuela dispuestos a ayudar a la deidad en su descenso, mientras que el coronel Estrella, de Siskyon, cargaba con su sombrilla y su saco de mano. Esta multiplicidad de galanterías produjo una confusión y retardo momentáneos.

En honor de mi compañero de paseo y para hacer justicia á su elocuencia, debo recordar una circunstancia. El poeta catalán batió la brecha con calor. Cuando descendimos del wagon en Aranjuez, la hermosa rebelde estaba convertida...ó parecia estarlo; pero el poeta predicador no habia dado ni un solo paso fuera del camino de las galanterías.

Y en cuanto a la plata, no se necesitan millones para ser feliz. Tenía la seguridad absoluta de que yo le aceptaría encantada. Y por eso me hablaba con un descaro frío, sin esa emoción que en tales trances produce la duda. Sus galanterías, exentas de espiritualidad, me produjeron un efecto deplorable. Bailábamos un vals, y me pareció que iba enlazada a un muñeco que le habían dado cuerda.

Pero sea de lo dicho lo que se quiera, relativamente eres noble y me basta, aunque mi clara nobleza preceda a la tuya en dos mil años lo menos. Te hablo con franqueza y desecho adulaciones y galanterías. Así darás mayor crédito a mis alabanzas sinceras. Garuda, por caprichosa y feliz inspiración mía, te llevó unos versos que distaba yo mucho de imaginar que pudiesen caer en tan hermosas manos.

Sabía mejor que nadie, que hay en la vida de las mujeres esas horas de enervación y de presión moral, horas, por decirlo así, sin defensa, de las que un hombre de penetración y atrevido sabe sacar terribles ventajas. Es así como se explica que mujeres distinguidas lleguen a ser algunas veces presa de la más vulgar de las galanterías.

Pero me hace mucha gracia oírle decir aquellas mismas cosas que en otro tiempo eran para Laura. No ha cambiado de vocabulario. Tiene todo un catálogo de galanterías preciosas. Pero verás. Ayer nos habíamos quedado solos. Empezaron las palabras dulces. De repente le interrumpo: No, no quiero que me diga "eso". Se quedó él asombrado. ¿Por qué, Carmencita?

Oírle contar sus épicas luchas por la causa del pueblo era el gran pasmo de D. José y de Riquín; pero Isidora no contenía fácilmente la risa. Las galanterías de Bou con Isidora semejaban a las del oso que quiso mostrar el cariño a su amo matándole una mosca sobre la frente. Alguna vez, dejando hablar a sus sentimientos, se expresaba con sencillez y naturalidad.