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Actualizado: 13 de julio de 2025


Cuando había otros acompañantes en Gasparini, o cuando se consideraba perjudicial la conversación muy prolongada, Pez se iba a la Saleta o a Embajadores, donde Rosalía, hallándole al paso, cambiaba algunas palabras con él. Notaba la dama en su amigo un mudo y ceremonioso respeto, y las galanterías con que la obsequiaba eran siempre caballerescas y de estilo un tanto rebuscado.

¿Te han dado suelta hoy?... ¿Hasta qué hora tienes permiso?... Dicen que ya no echas roncas como antes, que estás convertido en un palomo buchón... Pero el majo no se dió por ofendido; procuró echarlo á risa, le dijo algunas galanterías y se despidió al cabo de ella, diciendo para con alegría: ¡Lástima de niña! ¡Qué salada es! Si yo tuviese dos corazones, le daría uno.

Pero poco a poco se acostumbra al agua, es decir, al salón, y ya está allí muy tranquilo, y baila y dice galanterías en unos párrafos tan largos y complicados, que nadie se los agradece. Ana al principio tenía sueño. Eran las doce. No pensaba más que en lo que pasaba ante sus ojos. No quería reflexionar.

Si no fuese por Núñez, creo que me hubiera muerto ya de hambre y de sed. El pintor, que como nuevo huésped se sentaba en el puesto de honor a su derecha, la envolvió efectivamente en una red de atenciones delicadas. No tardó en pasar a las galanterías. Antes de terminarse el almuerzo le estaba haciendo la corte descaradamente.

Discusiones profundas, peroraciones elocuentes y galanterías, crónica escandalosa, frivolidades y grandes cosas, delirios y negocios ligeros, y aún amores ardientes y terribles pasiones se agitan en aquel santuario bullicioso y esencialmente democrático.

Estaba impaciente; salí de casa, y en la carretera me encontré con el médico viejo. Era gran madrugador y salía temprano para su visita. Le saludé, le acompañé, le dije si conocía a Mary y le pregunté qué se decía en el pueblo de las galanterías de Machín. Nada malo. Puedes estar tranquilo. No creo que le haga el amor a Mary. Está correctísimo con ella y la trata con gran consideración.

Jaime sentía deseos de aprovecharse de esta intimidad diciendo galanterías, osando pequeños atrevimientos; pero se detenía en el momento oportuno. Con estas mujeres era peligrosa la acción, se mantienen impasibles, a prueba de toda clase de impresiones. Debía esperar que fuese ella la que tomase la iniciativa.

A todos sus obsequios y galanterías respondía siempre con amabilidad y gratitud. No había peligro de que la joven se retirase del balcón cuando él pasaba, ni esquivase su conversación cuando le encontraba en alguna casa conocida o le diese alguno de esos desaires que tanto hacen gozar a la mayoría de las muchachas.

Dos, sin embargo, en vez de ocuparse en aquellas galanterías pasageras, discutían en la proa con un señor de edad, pero aun arrogante y bien derecho. Ambos debían ser muy conocidos y considerados á juzgar por ciertas deferencias que les mostraban los demás.

Luego ¡hay tantas mujeres a quienes es más fácil profesar amor que decírselo! ¡Cuánta habilidad no es menester para que, comparados después estos diversos depósitos, no pueda picarse ningún amor propio! ¡Qué delicadeza para decir galanterías, que no sean más que galanterías, a una hermosa de la cual sólo se conoce el álbum!

Palabra del Dia

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