United States or Zimbabwe ? Vote for the TOP Country of the Week !


Llamó varias veces á su doncella que iba de un lado á otro, llevando dobladas sobre el brazo muchas piezas de ropa interior y varios vestidos. Toda la servidumbre cambiaba signos de asombro, como si en la casa ocurriese algo extraordinario. Doña Cristina revolvía su olvidado guardarropa.

Este punto que se llamaba Corlit , cambiaba en «o, u,» la «a» de la consonante cuando se ponia debajo, y en «e, i» cuando se le colocaba encima de ella. Es muy probable que muchas veces, por un olvido ó voluntariamente, omitieran la colocacion de los corlit, como omiten los Arabes y los Malayos las mociones ó signos necesarios para precisar la pronunciacion de una palabra.

Del hijo, que no se le hablara: era un trastuelo, un hereje, que tenía que acabar mal si no cambiaba de ideas, como se lo tenía él bien advertido... Se creía que bajaría muy poca gente por la tarde a ver el vapor que había entrado; porque los espíritus estaban muy soliviantados, y se aguardaba en el Casino un lleno después de comer, y quizá algún disgusto entre los chicos colaboradores, que ardían, y cualquiera que tuviera la mala ocurrencia de «tomarles el pelo» o defender al fugitivo.

Cambiaba el diario espectáculo de mares y tierras, cambiaba la temperatura y el curso de los astros; las gentes, arrebujadas en gabanes invernales, vestían de blanco una semana después y buscaban en el cielo las nuevas estrellas del opuesto hemisferio... y su camarote siempre igual, como si fuese un rincón de un planeta aparte, insensible á las variaciones de este mundo.

Cambiaba de vestido en un departamento de primera, ante las miradas de los pasajeros, satisfechos de ir con una celebridad, y pasaba la noche encogido sobre los almohadones, mientras los compañeros de viaje apelotonábanse para dejarle el mayor espacio posible. Todos le respetaban, pensando que al día siguiente iba a proporcionarles el placer de una emoción trágica sin peligro para ellos.

Gonzalo, mal prevenido contra el egregio huésped, se había llegado a cansar de aquel monólogo de pintura, y cambiaba frases por lo bajo con su cuñada, embromándola, como de costumbre, con lo poco que comía: Vamos, Huesitos, otra chuleta, no te vergüenza porque este señor esté delante. Ya le hemos dicho que no se sorprendiera de verte comer tanto.

Y yo, sin decirte nada, para no disgustarte, mi pobre primo, me atreví por mi parte á decirle que si no cambiaba de proceder, le pondría en la puerta con todos los honores debidos á sus galones ... Puedes creer, respetable prima mía, que yo ignoraba ...

Su estado nervioso se resiente de esa muda ansiedad que la está matando, y desde ayer hemos pensado con mis colegas en calmar eso... No puede seguir así. ¿Y sabe Vd. concluyó a quién nombra cuando el sopor la aplasta? No ... le respondí, sintiendo que mi corazón cambiaba bruscamente de ritmo. A Vd. me dijo, pidiéndome fuego. Quedamos, bien se comprende, un rato mudos.

La tripulación cambiaba constantemente; nosotros los vascos, en un período largo seguimos siendo los mismos, hasta que en uno de los viajes se fué Ugarte, el piloto, y lo sustituyó otro, con el mismo nombre y apellido. En barcos como aquél no había que fiarse de los nombres ni pedir los papeles a nadie.

Llegó un día en que no pudo abandonar la cama, y el nieto le vio entre sábanas, con el mismo aspecto de siempre, conservando la fina camisa de batista, la corbata, que el criado le cambiaba todos los días, y el chaleco de seda a flores. Cuando le anunciaban la visita de su nuera, don Horacio hacía un gesto de contrariedad. Jaimito: la levita... Es una señora, y hay que recibirla con decencia.