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Actualizado: 27 de septiembre de 2024
Y, diciendo esto, enarcó las cejas, hinchó los carrillos, miró a todas partes, y dio con el pie derecho una gran patada en el suelo, señales todas de la ira que encerraba en sus entrañas. A cuyas palabras y furibundos ademanes quedó Sancho tan encogido y medroso, que se holgara que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara.
Basta de lección dijo Juan Montiño ; idos, don Bernardino, á curar, y vos, estiráos, don encogido, y largáos más que á paso. Y en adelante, mirad con quién os metéis, que no todos los caminos son andaderos. Lo que habéis hecho es una iniquidad dijo don Bernardino.
Andaba algo encogido; tosía al contar su historia. De Petersburgo lo habían enviado á un presidio de Siberia. Al fugarse de él, había atravesado media Asia, solo y á pie, hasta un puerto chino, y allí se embarcó para los Estados Unidos, viniendo luego á París. Esta vuelta al mundo la relataba con pocas palabras, como un simple paseo.
Quevedo se fué derecho á la puerta y miró detrás de ella. Encontróse en un ángulo con el cocinero mayor, encogido y contrariado. Quien huye, teme dijo Quevedo. Pues no, no sé dijo saliendo Montiño por qué deba yo temeros. Vos debéis haber venido aquí para algo malo. ¿Yo? Sí por cierto, y ya sé á lo malo que habéis venido. A traer una carta del duque de Lerma á la abadesa. ¡Cómo! ¡qué!
Con los fusiles y los pies empujaron los cadáveres, todavía calientes, que dejaban á cada volteo un rastro de sangre. Apenas quedó abierto algo de espacio entre ellos y el muro, pasó adelante el vehículo... Un crujido, un salto. Las ruedas de atrás habían aplastado un obstáculo frágil. Desnoyers continuaba en su asiento, encogido, estupefacto, cerrando los ojos.
El dinero da asimismo mérito intrínseco, y el no tenerle le quita, le merma o le anubla. El dinero da buen humor, urbanidad, buena crianza, y, como diría cierto diplomático, soltura fina. Nada, por el contrario, ata y embastece más que la pobreza. El pobre es tímido y encogido, o anda siempre hecho una fiera.
Leonora, apoyando en la balaustrada su pecho soberbio, inclinaba la cabeza, brillando a la luz de la antorcha el casco de oro de su opulenta cabellera. Buscaba conocer en la penumbra a aquel otro tripulante que permanecía sentado y encogido junto al timón. ¡Pero qué buen amigo es este Cupido!... Gracias, muchas gracias.
Y entornando los párpados con expresión acariciante detrás de los vidrios de sus gafas, el profesor desapareció rampa abajo. Sólo entonces el Hombre-Montaña bajó los ojos para mirarse á sí mismo, fijándolos en su pecho. Por la abertura entreabierta de su bolsillo superior veía la cabecita de Ra-Ra, encogido en el fondo de este refugio.
Pep contaba con aire de prodigioso explorador sus estupendas aventuras en tierra firme durante los años que había servido al rey como soldado en los remotos y casi fantásticos países de Cataluña y Valencia. El perro, encogido a sus pies, parecía escucharle, fijos en el amo sus ojos de suave mansedumbre, en cuyo fondo se reflejaba una estrella.
Satisfecho de la fortaleza de Gallardo, como si fuese su progenitor, enumeraba las heridas que llevaba recibidas, describiéndolas como si las viese a través de las ropas. Los ojos de la dama le seguían en este paseo anatómico con sincera admiración. Un verdadero héroe; tímido, encogido y simplote, como todos los fuertes. El apoderado habló de retirarse.
Palabra del Dia
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