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Aquí, un brazo encogido sobre el mármol, sin más que los huesos y los tendones, tirantes y limpios como si fuesen a vibrar: un arpa para tañerla en una fiesta de caníbales. Más allá, piernas que mostraban el cruzado almohadillamiento de los músculos rojos; troncos abiertos al aire, con el rosa tierno de sus costillajes.

JARIFA. Toda la casa se huelga De mi bien y tu contento Porque de sólo tu aliento Saben que mi vida cuelga. No te escondas de ninguno. Llegad, besadle los pies. BAJAM. Quien señor de todo es, ¿Por qué se teme de alguno? Con nosotros te has criado, Bencerraje; ¿qué has temido? ¿O acaso estás encogido, Como recién desposado?

El mayordomo, poco atento para su aspecto encogido y la pobreza de su traje negro, la había colocado en un camarote de dos personas, dándole por compañera a Concha, la muchacha de Madrid, «esta buena señorita», como la llamaba ella aun en los momentos de mayor intimidad. Regresaba a la tierra natal después de haber pasado unos meses en Holanda cerca de sus nietos.

Hasta cuando me habla mi ayuda de cámara bajo los ojos, temiendo ver los suyos... ¡Qué dirán de en mi propia casa! Luego añadió, encogido y humilde, como si hubiese retrocedido á los años de su infancia: Tengo miedo de salir.

Era una cuesta, poco antes de llegar a la Encarnación, donde el rumor de una fuente ablanda la aspereza del paraje. Cuando le pareció que había sido burlado, un hombre menudo y encogido salió por detrás de una encina. Era Diego Franco, el campanero de la Catedral.

En cuanto a don Braulio, menester es confesar que estuvo bastante encogido y fuera de su centro en la tal tertulia. Ya sabemos que era muy escamón, como dicen en su tierra. Así es que, si bien disimulaba con habilidad, andaba con la barba sobre el hombro y le parecían los dedos huéspedes. Era listo, pero presumía de ladino, y llegaba a ser sobrado malicioso.

Doña Lupe también parecía indignada, aunque si se hubiera ido a examinar bien el interior de la digna señora, se habría visto que en medio del enojo que su dignidad le imponía, nacía tímidamente un sentimiento extraño de regocijo por aquella misma independencia de su sobrino. ¡Si sería efectivamente un hombre, un carácter entero...! Siempre le disgustó a ella que fuera tan encogido y para poco. ¿Por qué no se había de alegrar de ver en él un rasgo siquiera de personalidad árbitra de misma? «Hay que ver por dónde sale este demonches de chico pensaba con cierta travesura . ¡Y qué geniazo va sacando!».

Era él, se sentía enfermo, iba a morir. Su corazón estaba herido, traspasado tal vez por misteriosas melodías, cómo esos corazones de virgen que sangran en los altares erizados de espadas. Leonora le vio más pequeño de lo que realmente era; encogido y quebrantado por el dolor, inclinando su enorme cabeza de genio sobre el pecho de su esposa Cósima. Le veía aún como si le tuviera delante.

Eran dragones que llegaban para extremar la persecución. Pero sus caballos estaban fatigados; únicamente la fiebre de la victoria, que parecía transmitirse de los hombres á las bestias, sostenía su trote forzado y doloroso. Uno de estos jinetes se detuvo junto á la entrada del parque. El caballo devoró con avidez unos hierbajos, mientras el hombre permanecía encogido en la silla como si durmiese.

Dista de la primera 200 leguas: llaman á sus indios Tupís. Aquí estuvimos 14 dias, y entonces nuestro General, D. Pedro de Mendoza, por estar continuamente enfermo, encogido de nervios y muy débil, nombró por su teniente á Juan Osorio, su hermano.