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Enumeraba las casas suntuosas donde había pasado horas felices, conociendo lo mejorcito de Madrid en ambos sexos, y recreándose con amenos coloquios y pasatiempos muy bonitos. Cuando la conversación recaía en cosas de arte, Ponte, que deliraba por la música y por el Real, tarareaba trozos de Norma y de Maria di Rohan, que Obdulia escuchaba con éxtasis.

Arrastrado por su entusiasmo enumeraba al sacerdote, como si éste fuese un cultivador, todas las operaciones que durante el año había que realizar con aquella tierra, sometida a un continuo trabajo para que diese su dulce sangre. En los tres meses últimos del año se abrían las piletas, los hoyos en torno de las cepas para que recibiesen la lluvia: a esta labor la llamaban Chata.

Pero cada bocado nos ahogaba y me costaba un triunfo contener el llanto. El pobre cura había pasado una noche de insomnio. Estaba demasiado triste para poder dormir y por otra parte como no le era posible acompañarme hasta C *, había escrito esa noche a mi tío una carta de diez y siete carillas en la que, según supe después, le enumeraba todas mis cualidades pequeñas, grandes y medianas.

El hijo del campanero, examinando los excrementos perdidos en el polvo, enumeraba todas las aves refugiadas en la cúspide de la montaña de piedra.

Y Dupont el mayor acogía con sonrisa benévola las palabras de su primo, mientras enumeraba las excelencias de cada vino famoso. El encargado de la bodega, rígido como un soldado, se colocaba ante los toneles con dos copas en una mano y en la otra la avenencia, una varilla de hierro rematada por un estrecho cazo. ¡Saca, Juanito! ordenaba imperiosamente el amo.

Y enumeraba las condiciones que debe tener una buena viña jerezana, plantada en tierra caliza, que esté pendiente, para que las lluvias corran y no refresquen en demasía la tierra, quitando fuerza al mosto. Así se producía aquel racimo, gloria del país, con sus granos pequeños como balines, transparentes y de una blancura de marfil.

Diciéndolo, iba sacando de la cesta pan, tortilla, carne fiambre y una botella de vino. Enumeraba las provisiones, creyendo que así le despertaría el apetito, y como argumento final le dijo: «Si te empeñas en no comer, me enfado, y no vuelvo más a verte.

¡Lo que ella sabe, don Jaime! decía el muchacho con admiración . Yo ignoro si es guapa. Por ahí dicen que ; pero a no me gusta. A me gustan otras de mi edad. ¡Lástima que no estén aún para admitir el festeig!.... Y volviendo a hablar de su hermana, enumeraba sus talentos, insistiendo con cierto respeto en su habilidad para el canto.

Gabriel enumeraba las incongruencias inexplicables que se encontraban en el cuerpo humano suponiéndole un origen divino. A decía me enorgullece más mi origen animal, ser un descendiente histórico de seres inferiores, que haber salido imperfecto de las manos de un Dios torpe.

Y enumeraba todas las comidas de campo, con gentes ricas, que habían tenido como final esta broma ingeniosa. Luego, con gesto magnánimo, dio órdenes a su aperador. Entrega a esa pobre gente lo que necesite. Págale a la muchacha el jornal mientras esté enferma. Quiero que mi primo se convenza de que no soy tan malo como cree y que también hacer la caridad cuando me toca.