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Actualizado: 29 de junio de 2025
Todos los convidados, menos los dos miedosos, se acercaron a los balcones para ver llover. Caía el agua a torrentes. Allá al extremo de la huerta se veía a la Marquesa y a las señoras que la acompañaban refugiadas bajo la cúpula del Belvedere que dominaba el paisaje, en una esquina del predio, junto a la tapia. ¿Y los chicos? preguntó Ripamilán asustado, fingiendo temer por los demás.
Las riquezas del mundo parecían refugiadas en las pupilas de Cristeta, donde brillaba un tesoro de amor. Habla, por piedad repitió él. Cristeta, violentándose mucho, como jugador nervioso que arriesga su porvenir entero al azar de un naipe, dijo así: ¿Te acuerdas de cómo me dejaste abandonada en Santurroriaga? Sí; pero, ¿verdad que me has perdonado? Ahora soy otro, y te adoro.
Repitió su sonrisa: «¿Ia?...» Y luego de entregarle el viejo una segunda moneda de oro, pudo ofrecer estos alimentos á las dos mujeres refugiadas en el pabellón. Durante la noche una noche de penoso desvelo, cortada por visiones de horror creyó que se aproximaba el rugido de la artillería.
Su deseo era llegar á Chile en busca de un hombre: tal vez su marido, tal vez un amante que la había abandonado. Los vientos glaciales de la Puna la envolvieron en lo más alto de la planicie, y ella y su criatura, refugiadas en una oquedad del suelo, murieron de frío y de hambre.
El hijo del campanero, examinando los excrementos perdidos en el polvo, enumeraba todas las aves refugiadas en la cúspide de la montaña de piedra.
De las dos viajeras del hotel, una se había marchado por la estación; la otra, la monja, había partido en un coche hacia Laguardia. Martín y Bautista supusieron si las dos estarían refugiadas en Laguardia. Sin duda la monja recuperó su ascendiente sobre Catalina en vista de la falta de Martín y la convenció de que volviera con ella al convento.
Palabra del Dia
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