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Lo que en aquel instante sentía el corazón de Timoteo era idéntico a lo que vibraba en el alma de su violín, todo lánguido, todo voluptuoso. Señora, yo que soy un gusano indigno... Este comienzo no le pareció mal a D.ª Carolina y procuró dárselo a entender con una sonrisa benévola. Un gusano... eso es... Vamos, Timoteo, cálmese usted. Le veo un poco agitado.

El Duque «le había caído antipático» y notaba perfectamente que había reciprocidad en este sentimiento, por más que el personaje, como hombre de mundo, guardase frente a él una actitud cortés y hasta benévola, donde sólo un espíritu observador o un hombre de corazón y de instinto como Gonzalo podían traslucir la hostilidad.

¿Sois vos, Marta? dijo . ¡Cómo! ¿Todavía estáis en pie? Son cerca de las doce. ¿Queríais hablarme antes de acostaros? Os agradezco esa benévola atención, querida amiga.

Cuenta Don Félix que en Granada ha herido mortalmente á un caballero en desafío, y que, después, accediendo á las súplicas de sus parientes, y por huir de la justicia, se ha venido á Madrid; ya en la corte, ha visto una joven encantadora, que corresponde benévola á sus pretensiones amorosas, y cuya posesión ha de hacerlo feliz.

D. Félix Montero Moralejo hemos tenido lo bastante para aprender en pocas horas cuanto puede saberse acerca de Yuste; como vosotros, lectores, podréis aprenderlo también en un momento, si nos prestáis vuestra benévola atención.

De suerte añadió con sonrisa de benévola ironía que el perfume de las flores, cantado por los poetas y que enloquece de placer a los temperamentos románticos, no es otra cosa en realidad que el olor de su excremento.

Si se les oye, todo aquello es suyo. Hanse posesionado del Océano en que se bañaron y se complacen en ofrecérselo. La esposa vuelve á presentarse amable, benévola, ante la muchedumbre que hasta hace pocos momentos tanto la inquietaba. ¡Encuéntrase tan bien á su lado; tan en su centro!

Dijo esto con un aire de madre benévola y cariñosa, como si bendijese con los ojos la unión que veía en lontananza. Al alejarse, Nélida intentó excusarla, avergonzada de sus expansiones maternales. No hagas caso. Es una señora a la antigua; una india. Todo lo arregla con matrimonio: todos sus pensamientos van a parar a lo mismo.

Narcisa, menos asequible al disimulo y más altiva, se conformaba con demostrar, en aquellas ocasiones, una tolerancia benévola hacia Carmen, concedida con un aire de superioridad y protección llenos de majestad. Salvador era poco ducho en artificios de mujeres; todo sinceridad y nobleza, dejábase engañar fácilmente por las dolosas apariencias del buen trato que Carmen parecía recibir.

Don Pascual vino y don Paco se lo contó todo. No le dio ninguna comisión ni embajada para Juanita; pero don Pascual, por una benévola usurpación de atribuciones y de empleo, se declaró él mismo y se nombró embajador, se fue a ver a Juanita que, desvelada y triste, se acababa de levantar y le refirió con fidelidad minuciosa los furores y penas de don Paco, sus celos, su desesperación, sus propósitos de suicidio o de extrañamiento perpetuo, y, por último, el combate de la casilla, el delito de Antoñuelo, los golpes que éste había recibido, así como su vuelta y la de don Paco a Villalegre.