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Actualizado: 3 de junio de 2025
¿Os imaginabais que no sabía por qué habíais huído del castillo durante la noche como una ladrona? replicó victoriosamente la condesa . Ahí, sobre la mesa, está el papel que deslizasteis bajo la puerta de Elena, sirvienta infiel. ¿Queríais libertarla? Es decir, ¿la queríais vender a alguien que os había pagado para traicionarme?
Presentóse á ella; y despues de hacerse buen lugar encareciendo su hermosura, y de haberle dicho quan lastimosa cosa era que tantas perfecciones fuesen pasto de las llamas, tambien exâltó su constancia y su esfuerzo. ¿Tanto queríais á vuestro marido? le dixo. ¿Quererle? no por cierto, respondió la dama árabe: si era un zafio, un zeloso, hombre inaguantable; pero tongo hecho propósito firme de tirarme á su hoguera.
ESCIPIÓN. Gracias a Dios, no soy todavía vuestro marido para permitiros burlaros de mí. CLEOPATRA. ¡Muy bien! ¿Conque os congratuláis de no ser todavía mi marido? ¡Tiene gracia! ¿Queríais hacernos creer en la sinceridad de vuestros juramentos? ESCIPIÓN. ¡No, no es posible! Es una lógica que no entiendo. Os ruego que acabéis. CLEOPATRA. ¿Y si no quiero?
¿Sois vos, Marta? dijo . ¡Cómo! ¿Todavía estáis en pie? Son cerca de las doce. ¿Queríais hablarme antes de acostaros? Os agradezco esa benévola atención, querida amiga.
A veces me acercaba a aquel excelente hombre y me extasiaba con él admirando una flor, un fruto, un arbusto y solía decirle: ¿Os acordáis, mi cura, del tiempo en que me queríais persuadir de que el amor no es la cosa más encantadora del mundo? ¡Oh! mi hijita, creo que ni el mismo Bossuet hubiera podido convencerte. ¿Y, no tenía razón? Así parece y sonreía bondadosamente.
Rita dijo la marquesa . ¡Qué susto me has dado! ¿Cómo has llegado hasta aquí sin que nadie te haya sentido? ¿Queríais respondió que entrase con tambor y trompeta como un regimiento? Pero al menos repuso la marquesa , bien hubieras podido saludar a las gentes. Se distraen los jugadores dijo Rita ; y si no, ved vuestros naipes. Oros van jugados y ya ibais a hacer un renuncio por echarme una peluca.
Van-Stael se acercó al joven pescador chino y sacudiéndole vigorosamente le dijo apretando los dientes: ¡Canalla! ¿Qué habéis hecho durante nuestra ausencia? ¿No os bastaba con saquear la despensa de los víveres y la de mi camarote, sino que aun queríais que naufragara el buque? No, señor respondió el chino . Ninguno de nosotros ha cortado la cadena. Lo juro por Buddha y Confucio.
¿Pero qué queríais que hubiera hecho? ¡Qué! mantenerme firme, hacerle comprender, aunque fuera mentira, que te importaba poco que se hubiera casado... empezaste muy bien... yo estaba diciendo allí, detrás de los cristales... ¡qué buena cómica es mi hija!... ¡qué pobre hombre es ese don Juan! ¡pero luego lo has echado todo á perder, le has dejado ver tu desesperación, y se gozaba en ella sin saberlo! ¡oh! ¡qué felicidad tan incomprendida es para algunos hombres, magullar á una pobre mujer como el gato que magulla á un ratón! ¡Oh! ¡cuán felices, cuán felices son algunos hombres, y qué poco merecen su felicidad!
No sabía lo que le pasaba. ¡Ellas tomaban por asalto el presbiterio, eran católicas! ¡Le traían dos mil francos; le ofrecían mil francos mensuales! y querían comer con él; ¡ah! ¡esto era el colmo! el terror lo paralizaba al pensar que tendría que hacer los honores de la pata de carnero y la crema a esas dos americanas locamente ricas que debían alimentarse de cosas extraordinarias, fantásticas, inusitadas, y sólo murmuraba: ¡A comer... a comer! ¿queríais quedaros a comer aquí?
¿Qué hacéis? dijo asustada Esperanza. Yo no me atrevo á entrar dijo el duque. Y entonces, ¿para qué queríais que abriese? Para que salieras tú... ¡Pero Dios mío!... yo no os conozco. ¿Y qué te importa?... Sí, sí dijo con energía Esperanza ; venís encubierto, podéis ser un ladrón, haberme dado esas joyas y ese dinero para engañarme.
Palabra del Dia
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