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11 Y dijo Aarón a Moisés: Te ruego, señor mío, no pongas ahora sobre nosotros pecado; porque locamente lo hemos hecho, y hemos pecado. 12 No sea ella ahora como el que sale muerto del vientre de su madre, consumida la mitad de su carne. 13 Entonces Moisés clamó al SE

No habéis oído hace un momento a M. de Larnac que se atrevía a reprocharles que gastaban locamente su dinero? Nunca es una locura gastar el dinero. La locura es guardarlo. Vuestros pobres, pues estoy seguro que es lo que más os da que pensar, han tenido hoy buena suerte.

Detrás de una puerta, del lado izquierdo del pasillo, el enfermo seguía golpeando de un modo regular y monótono; pero aquel ruido no turbaba el silencio, porque se confundía con él. La noche avanzaba, y el enfermo seguía llamando. En el restorán Babilonia se habían apagado ya todas las luces, y él seguía llamando, locamente obstinado, infatigable, casi inmortal.

Pasábase el día saltando por el salón o corriendo locamente por el jardín, como la muchacha más animada y robusta; pero, por la mañana antes de llegar Amaury y por la noche cuando éste se marchaba, parecía extinguirse todo el ardor juvenil que sólo la presencia de su novio parecía reanimar, y su débil cuerpo, libre de toda traba femenina, doblábase como una caña y necesitaba apoyo, no ya para andar, sino hasta para permanecer en reposo.

Que sus pasados lares do tenía sus amoríos sean sagrados. Esto ayudará no poco á hacerla nuevamente fecunda. En otros tiempos placíase en las bahías de California. ¿Por qué no dejarla en ellas? Así no se encaminaría en busca de los atroces hielos polares, de las míseras guaridas donde locamente se la persigue, impidiéndola juntarse y procrear.

LA CONDESA. ¡Quia! ¡No...! Es una mujer de la mejor sociedad. Es la viuda del célebre barón ruso Maschine, que fué muerto en Petrogrado cuando la primera revolución. El barón, que había sido locamente rico, habíase arruinado, en parte, por satisfacer los gustos dispensiosos de su esposa; cuando murió, mi amiga Maschine descubrió súbitamente su pobreza. Como era muy linda...

La verdad es que se casó con él enamorada, locamente enamorada, hasta el punto de hacer lo que hizo, abandonar su casa y su familia por seguirle, sin importarse de su honra ni de su nombre. Pero, este amor, con la edad, se convirtió en una manía, en una obsesión de todos los momentos; apenas dormía, pensando que otras mujeres pudieran robarle el tesoro de su Bernardino.

Tan pronto aligeraba el aparejo y ponía la proa a través del oleaje que cubría al buque de una espuma blanca que caía en lluvia brillante con todos los matices del arco iris y parecía rodearle de una aureola de púrpura y azul; y allí, pérfidamente, esperaba a sus enemigos, abandonándose a las ondulaciones del agua... Después, cuando se aproximaban, creyendo ya echarle mano, ponía la popa al viento, extendía sus velas como grandes alas de púrpura, y dejaba bien lejos a los bonachones guardacostas que se habían locamente alabado de atraparle.

La romántica, la sentimental era ella, que le había besado locamente cuando expiraba. «¿Si habré sido yo la liviana, la sandia y la extravagante? ¿Si habré estado enamorada del fraile, que no pensaba en sino con inocente y sencillo afecto paternal?».

Montiño tenía fijas en la memoria las palabras de Quevedo: «De estas mujeres se triunfa á primera vista ó nunca». Y aquellas otras: «Interesa á la reina que enamoréis á esta mujer». Juan Montiño desempeñaba con gusto su farsa, porque, aunque estaba locamente enamorado de doña Clara, la comedianta tenía para él, en la situación en que se encontraba, un encanto irresistible.