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No se les podía tildar de avaros, pues en vivir bien, a su modo, gastaban con largueza; pero la palabra prójimo era para ellos letra muerta. Delataban su holgura la bien rellena cesta que su criada Severiana les traía de la compra, la costosa ropa que vestían, y algún viaje de veraneo que, aun hecho en tren botijo, era mirado por los vecinos como rasgo de insolente lujo.

Un entremés de Cervantes se representaría con trajes del tiempo de Cervantes, y un sainete de D. Ramón de la Cruz con los trajes que los majos y las manolas gastaban cuando vivía y los retrataba tan á lo vivo aquel escritor ingenioso. Otro uso antiguo, desde hace años casi perdido, resucitaría yo en nuestro teatro: el indispensable intermedio de baile nacional entre el drama y el sainete.

Estaba el salón de bote en bote, como decirse suele; pero figurando en los bancos de preferencia, inmediatos a la comisión, el señorío, o sea la gente de levita, aunque allí la gastaban casi todos. Abierta la sesión, y después de leída la exposición de razones que se elevaba a la consideración del Gobierno, dijo el presidente: Creo, señores, que en esto todos estaremos conformes.

Entraban haciéndose los distraídos, se sentaban un momento en las butacas, gastaban cuatro bromas con los pollos que allí aguardaban correctos, impacientes, con la luenga levita cerrada, abrochándose los guantes los unos a los otros, y al poco rato se retiraban disimuladamente para ir a noticiar a sus familias que aún no había llegado nadie. ¡Ah! ¡Cuántas veces los pollos impacientes de la levita cerrada aguardaron vanamente toda la noche la llegada de sus hermosas parejas!

Asì con gran contento deseaban Que venga el español para probarse; El tiempo, noche y dia lo gastaban En su estacada, y fuerza y repararse. La flecha, pica y dardo ejercitaban, A sus solas procuran ensayarse. El marac

Nosotros mismos, los vascos, estábamos furiosos. Sabíamos cómo las gastaban los ingleses. Cuando cogían algún negrero, solían ahorcar al capitán y vendían los negros por su cuenta; si el barco era sospechoso de piratería, se quedaban con la presa. Así trabajaban por la humanidad y por el bolsillo. A nosotros podían acusarnos de negreros y de piratas.

La obra, que costó cerca de 370,000 francos, no solo hace mucho honor al ingeniero y á Friburgo, sino que ha sido de gran utilidad para la vida de la ciudad y su comercio. Baste decir que los carruajes que ahora atraviesan el valle en dos minutos, gastaban en otro tiempo una hora en bajar y subir desfiladeros para pasar de un lado al otro del rio.

Salguero hacía un mohín de extrañeza. La lluvia era el pan para ellos. Producía las buenas cosechas, y con abundancia en los campos, los paletos gastaban mejor su dinero en la compra de caballerías. Nosotros vivimos der verano, don Isidro. Si no juese por las ferias, moriríamos como las ratas. Yo esquilo, y los camarás que tien caballerías las venden. En invierno, el pasto es muy caro.

Gastaban casaca de paño azul, chupa amarilla, calzones de buché, ó bombachos, con zapatos grandes, y un sombrero chico de tres picos. Eran blancos y rubios, con ojos azules y barba cerrada. Hablaban, un idioma ininteligible á los españoles y á los indios; pero las marcas de que se servian para herrar su ganado eran como las de España, y sus rodeos considerables.

En cambio, había en la casa donde vivían, gentes, peor enteradas o menos maliciosas, para quienes nada pecaminoso manchaba aquellas amistades, las cuales explicaban diciendo que Luis y Genoveva eran dueños de una cerería; que Casilda y Damián eran exageradamente devotos, tanto, que gastaban mucho dinero en alumbrar los altares, y finalmente, que de esta suerte, unos a fuerza de vender y otros de comprar cirios y velas, llegaron a ser amigos íntimos.