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¡Anda, morena! ¿Y la madre? ¡Ahora que panojó! ¡Y la tien él en casa! ¿Quién, hombre de Dios? Usté. ¿Yo? Usté mesmu... ¿Pa qué demontres quier los ojus de la cara, si no es pa ver lo que está delanti de eyus? Acaba de decirlo con mil demonios que te lleven: ¿quién es la madre de Tona? Pos Facia. ¡Facia! exclamé lleno de asombro . Pero ¿Facia es casada?

«Dile que pero a cuenta que no te vas con ella... ¿sabes?... que no te vas con ella, porque quieres más a tu papá Pepe, piojín..., y que a tu papá le tien que dar la ministración». Volvió el bárbaro a cogerle, y Jacinta se despidió, haciendo propósito firme de volver con el refuerzo de su amiga. «Adiós, adiós, Juanín.

Para la dolienta dijo, levantándole en alto. Que gloria se le güelva contestó la reunión. Sexto gemido de la viuda. ¡Yo no puedo beber, que no puedo, que tengo un ñudo en el pasapán! ¡Ay, mariduco mío de mi alma! Vaya, mujer, que ya no tien remedio; y el perder la salú no le ha de resucitar á él. Toma un trago, que tendrás el estómago aterecío....

Y subida en el estribo, agarrándose a la capota, siguió gritando; ¡Muchachas, por lo que más queráis en el mundo sus pido que no les hagáis daño! Ellas no tién la culpa. ¿Sabéis quién es ésta, la guapa, la más joven, la que paece la Virgen de la Paloma?

Reían los presentes, y el contratista se limitaba a encoger los hombros. Pero ¿qué tié este cabayo? decía tranquilamente . ¡Arrepárale, mala alma! Mejor es que otros que tién muermo, o les dan vértigos, y que has sacao a la plaza, apeándote por las orejas antes de que te arrimases al toro. Más sano es que una manzana.

¿Quién es esa deslenguadona que me quiere prevocar? ¡Á ver si vos calláis, condenás, ó dirvos á reñir allá juera!... ¡Cuidiao que tien que ver! Dir echando los que falten, y cierre el pico la rigunión. Esta reprimenda, de un viejo pescador, puso en orden á las mujeres, que se disponían ya á hacer de las suyas.

De si tien o no tien dinero en el Banco. ¿Y a qué? Con su pan se lo coman. Con el nuestro, ¡ja, ja!... y encima codillo de jamón. ¡A callar se ha dicho! gritó el cojo, vendedor de La Semana . Aquí se viene a lo que se viene, y a guardar la circuspición. Ya callamos, hombre, ya callamos. ¡A ver!... ¡Ni que fuas Vítor Manuel, el que puso preso al Papa! Callar, digo, y tengan más religión.

REY. ¿Tenéis vos alguna queja? PELAYO. , señor, deste rocín. REY. Digo que os cause cuidado. PELAYO. Hambre tengo: si hay cocina Por acá... REY. ¿Nada os inclina De cuanto aquí veis colgado, Que a vuestra casa llevéis? PELAYO. No hay allá donde ponello: Enviádselo a don Tello, Que tien desto cuatro u seis. REY. ¡Qué gracioso labrador! ¿Qué sois allá en vuestra tierra?

En fin; veremos cómo pinta aquello, y si no nos gusta, la puerta la tenemos abierta... Peor están los demás, que van tan a ciegas como nosotros y a la fuerza han de quearse allá, pues no tien pa volverse. Hacía el elogio de las pobres gentes que ocupaban la proa. Los «moros», como ella llamaba a los sirios, eran buenos muchachos y sus compañeras unas pobres que infundían lástima.

Como yo de que estoy viéndole a usté ahora mesmu; y el oju suyu no falla pa esas visualis, ni el golfatu tampoco, porque lu tien de sagüesu finu. Corriente... y ¿qué pensáis hacer? Pos salir los dos de madrugá a dale los güenos días. ¿Solos? Y ¿pa qué más?