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Actualizado: 11 de junio de 2025
Óyeme antes de publicar tus decretos: nada tengo que oponer á lo expuesto por el barbudo Lope de Rueda, sino apoyar sus demandas y añadir que, así como tú condenas los conciliábulos de hechiceros y de otros malvados, prohibas la costumbre de juntarse tres ó cuatro poetas para componer una comedia; si este uso se extiende y arraiga, engendrará monstruos y no comedias, siendo imposible que logre aplausos una obra que no haya sido pensada y escrita por un solo hombre, y que aquéllos que se consagran á este trabajo, no merezcan apellidarse menestrales más bien que poetas.
Sin duda se ha ido á perorar á algún club dijo cuando vió que nada faltaba y que lo era imposible reprender á Lázaro por otro motivo. ¡Hombre, hombre! dijo Entrambasaguas: ¿también tú charlas en los clubes? Eso es una iniquidad: mira que te condenas.
Este es el atorrantismo, la vejez miserable del arte: son los arrestos frecuentes, los días sin comida, las condenas por cincuenta centavos. Sin embargo, un punguista podrá robar, jugar y poseer todos los vicios, pero nunca se embriagará ni llevará vida de perro. Mira el mundo a través de los placeres que no embrutecen, y vive lo mejor que puede.
Sólo te pido, ahogando mis lamentos, por la misma crueldad con que condenas un débil sér á bárbaros tormentos, que en mí arrojes dolor á manos llenas, porque nunca me falten pensamientos para cantar tus obras y mis penas. Hija, ¿qué te diria que fuera de mi amor vivo traslado?... Dos palabras no más; oye: ¡hija mía! ¿Es poco?... Al escribirlas he llorado.
Y mientras no hay en Inglaterra memoria de violencia contra la libertad en el orden de los bienes, existen todavía violencias a la libertad en el orden de las ideas: enseñanza obligatoria de creencias absurdas a los niños en la escuela pública, viven aún personas que han padecido condenas de los tribunales por delitos mentales, como el de herejía, por ejemplo, abolido recién en 1865, y está fresco aún el caso de Bradlangh, dos veces excluido del parlamento por negarse a prestar el juramento religioso, finalmente abolido también.
La miseria, engendradora de todas las lepras, luce en ellos sus fuerzas y su vigor. De todos los lunfardos es el escruchante el más desgraciado: sus robos son los más fáciles de descubrir, sus condenas son las más largas, sus días son los más negros, pues cuando no está preso lo andan buscando. Es necesario tener una afición desenfrenada a lo ajeno, para dedicarse al escrucho.
Ahí tienes, chico; te he pronunciado un largo discurso y si tu sangre se ha calmado mientras tanto, he conseguido mi objeto. ¿Entonces, la condenas sencillamente? dijo Roberto, con angustia. No condeno a nadie, hijo mío respondió el anciano con una sonrisa grave, y aun menos que a otra, a una naturaleza honrada como lo era la de Olga.
Quien tiene razón dijo el doctor terminando la frase. Condenas con demasiado rigor, Amaury. Pero me parece... replicó éste con vehemencia. Sí interrumpió el anciano, tu apasionada edad no es clemente, lo sé, y no quiere transigir con las debilidades del corazón humano.
Y en voz queda, con acento de religioso terror: ¿Tú no tienes miedo a condenarte? Pues si mueres así... más fijo que la luz, te condenas. Y si viene la federal... que Dios la traiga y la Virgen Santísima... te mato, ¿oyes?, para que vayas más pronto al infierno.
Al que falta a las leyes de la familia, al que deserta de su bandera, tú lo condenas para siempre, lo sentencias a la muerte del olvido; yo compadezco su debilidad y lo perdono. Entendemos el honor de un modo distinto.
Palabra del Dia
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