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Bien pensado el caso, me dije que él no había de necesitarlos más, visto que le salía por pecho y espalda una flecha mía de las gordas.... ¿Qué más, qué más? Nos dimos otra zampada de camino, y éramos lo menos seis mil arqueros cuando llegamos á Isodún, donde también me favoreció la suerte. ¿Otra batalla? ¿Otro par de botas, Simón? se oyó decir á los arqueros. No, algo mejor que eso.

Piafaron los suyos, encabritándose, castigóles él suavemente con la fusta, y aflojando de repente las bridas, los lanzó con la velocidad y el empuje de una flecha a través de la turba democrática, desapareciendo como un relámpago por la calle de Peligros.

Francolines de vistosas plumas corrían en bandadas. Tomás Cardoso, que era gran cazador, no pudo resistir a su deseo de matar el que le pareció más grueso y más cercano. Disparó una flecha, y el pájaro cayó herido a poca distancia.

Retrocedí lanzando un grito, saltó él en la silla sin tocar el estribo y salió disparado como una flecha, perseguido por gritos y tiros de revólver, tan inútiles éstos como aquéllos. Me dejé caer en mi sillón, mirando cómo el malvado desaparecía al extremo de la avenida. Después me rodearon mis amigos y perdí el conocimiento.

Se sirven de ese artificio para cazar pajarillos, y también en la guerra, impregnando en este último caso la punta de la flecha del zumo del upas, que es una de las plantas más ponzoñosas que se conocen.

Calma, Simón, que esta es una treta mía y yo lo que me hago. ¡Bien por Tristán! ¡Rompe el arco si es preciso, camarada! vocearon los arqueros. ¿Quién es aquel imbécil que está allí plantado, camino de mi flecha? preguntó Tristán alzando la cabeza y mirando hacia la última pica.

Pero, eso fue para mi corazón una flecha que lo atravesó de parte a parte, tanto más, cuanto no me atreví a decírselo jamás a mi esposo ni a mi hijo; porque yo había sido colmada, durante mi infancia, de todas las bondades de aquella augusta casa, cuyo nombre habíame mi madre enseñado a venerar desde mi niñez.

Ya la había olvidado, así como mi proyecto de escalo, porque los muros son elevados, Blasillo. ¡Por el Cielo, comandante! si los muros del convento de Santa Magdalena son elevados, una flecha provista de un hilo de seda lanzada por una ballesta, puede llegar bien alto, y caer en el jardín del claustro. ¿Y después, Blasillo?

Los papúes van muy mal armados y son incapaces de resistir un ataque de hombres provistos de armas de fuego. Los arcos que emplean son de poca eficacia, sus mazas de palo valen poco, y sus lanzas tienen la punta de hueso; pero emplean un arma peligrosa: la flecha envenenada, que lanzan con cerbatana; arma que se presta mucho a la guerra de emboscadas, y que causa heridas mortales.

Cuando se les habían acabado las flechas para herir á los humanos, los atacaban con sus dientes y sus uñas. Lo importante era saber extraer, sajando ó chupando las carnes del enfermo, las astillitas de flecha ó las uñitas y dientecillos que los diablos invisibles dejaban en el cuerpo.