United States or Western Sahara ? Vote for the TOP Country of the Week !


Yo no tomé nada; pero muchos otros no tenían tanto escrúpulo... Esa noche Puymartin me contó la historia de madama Scott; pero no como la refirió M. de Larnac. Rogerio me dijo que madama Scott había sido robada por unos saltimbanquis cuando era niña, y que su padre la había encontrado haciendo piruetas en un circo ambulante, saltando por sobre gallardetes y atravesando aros de papel.

No habéis oído hace un momento a M. de Larnac que se atrevía a reprocharles que gastaban locamente su dinero? Nunca es una locura gastar el dinero. La locura es guardarlo. Vuestros pobres, pues estoy seguro que es lo que más os da que pensar, han tenido hoy buena suerte.

M. Scott es un americano colosalmente rico, que vino a instalarse en París el año pasado. Desde que se pronunció su nombre, comprendí que la victoria debía ser decisiva. Gallard estaba vencido de antemano. Los Scott comenzaron por comprar en París una casa de dos millones de francos, cerca del parque Monceau. , calle de Murillo, donde dieron el baile; era... Deja hablar a M. de Larnac.

Los tres, muy apurados, descendieron del terrado, corrieron al castillo y llegaron en el momento en que el carruaje se detenía ante el portón. Y bien, ¿qué hay? preguntó madama de Lavardens. ¡Qué hay! respondió M. de Larnac, que no tenemos nada. ¿Cómo nada? interrogó la Marquesa bastante pálida y visiblemente conmovida. Nada, nada, absolutamente nada, ni unos ni otros.

En este sitio la larga calle de tilos que costeaba el muro, formaba un terrado. Levantando la cabeza, el abate vio a la señora de Lavardens con su hijo Pablo. ¿Dónde vais, señor cura? preguntó la Condesa. A Souvigny, al Tribunal, para saber... Quedaos con nosotros. M. de Larnac vendrá después de la venta a darnos cuenta del resultado. El abate Constantín subió al terrado.

Estoy enteramente tranquila y no pongo en duda el éxito de nuestra combinación. Para no hacernos tontamente la guerra, nos hemos puesto de acuerdo, mi vecino M. de Larnac, M. Gallard, un fuerte banquero de París, y yo. M. de Larnac se quedará con la Mionne; M. Gallard con el castillo y Blanche-Couronne; y yo con la Rozeraie.

M. de Larnac saltó del coche para referir lo que había pasado en la audiencia del Tribunal de Souvigny. Al principio dijo, todo salió a pedir de boca. El castillo se le adjudicó a M. Gallard, en seiscientos mil cincuenta francos. No apareció un solo competidor, de manera que le bastó un aumento de cincuenta francos. En cambio una pequeña batalla por Blanche-Couronne.

Os conozco, señor cura, debéis estar inquieto por vuestros pobres, pero tranquilizaos; estos Gallard son muy ricos y os darán mucho dinero. En aquel momento apareció a lo lejos un carruaje envuelto en una nube de polvo. Ahí viene M. de Larnac; conozco sus poneys.

Nos miraba a todos, y parecía decirse: «¿Qué significa tanta gente? ¿Qué viene a hacer en mi casaNosotros íbamos a ver a la señora Scott y a la señorita Percival, su hermana. ¡Y os garantizo que valía la pena! ¿Y vos conocéis a estos Scott? preguntó la Condesa, dirigiéndose a M. Larnac. , señora, los conozco.

Las modistas y las grisetas de provincia reemplazaban, sin hacérselas olvidar, a las cantoras y cómicas de París. Buscando un poco se encuentran aún grisetas en las provincias, y Pablo buscaba mucho. Apenas estuvo el cura en presencia de la señora de Lavardens, díjole ésta: Yo puedo, sin esperar la llegada de M. de Larnac, deciros los nombres de los compradores de Longueval.