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Antes de profanar grandes obras poéticas, representándolas ante los bancos solitarios del teatro, desde los cuales el día anterior aplaudían los abortos de la superfluidad más moderna, una concurrencia de gusto pervertido; antes de acoplar producciones tan opuestas entre como los dos polos enemigos, es preferible desterrar para siempre toda obra de mérito, privar para siempre la escena de las creaciones del arte dramático y de la poesía, y transformarla en lugar de pasatiempo del vulgo, como los saltimbanquis y prestidigitadores en las ferias.

Martín se enteró también de la llegada de los domadores con sus fieras enjauladas, y a la mañana siguiente, al levantarse, lo primero que hizo fué dirigirse al prado de Santa Ana. Comenzaba a salir el sol cuando llegó al campamento del domador. Uno de los carros era la casa de los saltimbanquis. Acababan de salir de dentro el domador, su mujer, un viejo, un chico y una chica.

Los juglares y saltimbanquis aquí y allá entretenían la curiosidad del bajo pueblo con mil suertes maravillosas y estupendas: aquí mandaban y se hacían obedecer de las alimañas y fieras traídas del interior del Africa; allí, a una voz, hacían salir de la tierra árboles que crecían, se cubrían de hojas y flores, madurando sus frutos, que los incrédulos cogían y gustaban.

Fuimos hasta los caminos de los puentes sobre los canales, donde saltimbanquis semi-desnudos, con máscaras simulando demonios pavorosos, hacen destrezas con una picardía bárbara y sutil; y mucho tiempo estuve admirando los astrólogos que, vestidos con largas túnicas, adornados con dragones de papel, venden ruidosamente horóscopos y consultas de astros. ¡Oh, ciudad, fabulosa y singular!

¡Bien dicho, bien dicho! exclamó el buen Sr. Wilson. Yo temía que la mujer pensaba solo en hacer de su hija una saltimbanquis. ¡Oh! no, no; continuó Dimmesdale. La madre, creédmelo, reconoce el solemne milagro que Dios ha operado en la existencia de esa criatura.

Los dos carros con jaulas en donde iban las fieras los colocaron dejando entre ellos un espacio que servía de puerta al circo, y encima y a los lados pusieron los saltimbanquis tres carteles pintarrajeados.

Durante los demás días de la semana, la barraca del domador estuvo vacía. El domingo, los saltimbanquis hicieron dar un bando por el pregonero diciendo que representarían un número extraordinario é interesantísimo. Martín se lo dijo a su madre y a su hermana. La chica se asustaba al escuchar el relato de las fieras y no quiso ir. Acudieron solo la madre y el hijo.

La última vez que los vió, antes de doblar un recodo del sendero, el más joven de los saltimbanquis se había subido sobre los hombros de su compañero y desde aquella altura lo saludaba con dos banderolas de chillones colores, que agitaba sobre su cabeza. Roger les hizo un ademán de despedida y emprendió sonriente el camino de Munster.

Pues qué, ¿una mujer de honor, una buena cristiana, ha de amar sólo la hermosura física y el desenfado en el hablar? ¿Será menester buscarle para marido, no á un caballero de su clase, honrado, temeroso de Dios, virtuoso lleno de atenciones y buenos deseos de hacerla dichosa, sino á algún saltimbanquis robusto, á algún truhán divertido, que provoque en ella con sus chocarrerías una risa indecorosa y un regocijo poco honesto?

«¿Qué tal? dijo doña Lupe . ¿Hay sueño? Son las once». Ha venido usted a turbar nuestra felicidad replicó Maxi sentado, y moviendo las piernas en el aire . Mi elegida y yo deseamos estar solos, enteramente solos. Los misterios inefables que a ella y a ... ¿Pero qué volteretas son esas que das? Pareces un saltimbanquis.