United States or Madagascar ? Vote for the TOP Country of the Week !


Varias veces temblaron sus labios para formular la pregunta. Una vergüenza invencible la detenía. Deja el libro, hija mía: estarás fatigada dijo al cabo. Y su voz salió de la garganta temblorosa como si hubiese pronunciado alguna frase grave. Lo estará usted de oir. Yo no: a Dios gracias, tengo sana la garganta.

Mientras Pirovani escribía las últimas palabras, su rostro empezó á dilatarse con una sonrisa bondadosa. Moreno, el argentino, no enviaba su pensamiento tan lejos. Escribía en la casita de madera donde estaba instalada su oficina, bajo la luz de un quinqué de petróleo; pero su imaginación, siguiendo la línea del ferrocarril, se detenía, á dos días de marcha, en un pueblo cercano á Buenos Aires.

Si una persona conocida se detenía a saludarlas, ellas, a tuertas o a derechas, y muchas veces las tres a un tiempo, se apresuraban a decir que habían salido a pie en vista de la hermosura de la tarde; y seguían mirando con nostalgia y despecho la larga fila de carruajes, experimentando la misma impresión de nuestros bíblicos padres ante las puertas del Paraíso cerradas para siempre.

Cerca de la una de la madrugada pasó por la carretera un jinete con menudo trote. Era el «aviso», un rudo pastor que se detenía ante las ventas y las casas iluminadas, anunciando que el encierro iba a pasar antes de un cuarto de hora, para que apagasen las luces y quedara todo en silencio. Este mandato en nombre de la fiesta nacional era obedecido con más presteza que una orden de la autoridad.

El Chiquito se detenía á descansar jadeante: ya no lanzaba ojeadas en derredor con expresión de triunfo, sino con la opacidad de la angustia.

Arremetía como un león irritado, pero salíale al encuentro un tapaboca de la zapatilla de la espada del licenciado, que en mitad de su furia le detenía, y se la hacía besar como si fuera reliquia, aunque no con tanta devoción como las reliquias deben y suelen besarse.

Cuando salía de su iglesia, después de haber dicho su misa, y veía flotar por el camino una nube de polvo, cuando sentía temblar la tierra bajo el peso de los cañones... se detenía, y como un niño, se complacía en ver pasar el regimiento... ¡Pero el regimiento para él era Juan! Era ese robusto y sólido caballero en cuya fisonomía se leía claramente la rectitud, el valor y la bondad.

Se adelantaba a la comitiva, volvía sobre sus pasos, pedía que la dejasen ver de nuevo lo que ya había visto, se detenía en el camino y se ingeniaba en buscar caprichos que nadie podía satisfacer.

Aguijoneado por la impaciencia se desembozaba frecuentemente para mirar el reloj; y pareciéndole que las manecillas estaban inmóviles, se lo aplicaba al oído. De pronto se detenía, y volviendo pies atrás, desandaba parte de lo andado; parábase de nuevo, ávido de oír el acercarse de algún coche..., y nada.

Y ¿cuáles son los indicios? Algunas horas ántes de encontrarse el cadáver, el infeliz se encaminaba hácia el lugar fatal, y no falta quien vió que estaba leyendo unos papeles, que se detenia de vez en cuando, y daba muestras de inquietud. Por lo demas es bien sabido que estos últimos dias habia pasado disgustos, y que los negocios de su casa estaban muy mal parados.