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Y Dupont el mayor acogía con sonrisa benévola las palabras de su primo, mientras enumeraba las excelencias de cada vino famoso. El encargado de la bodega, rígido como un soldado, se colocaba ante los toneles con dos copas en una mano y en la otra la avenencia, una varilla de hierro rematada por un estrecho cazo. ¡Saca, Juanito! ordenaba imperiosamente el amo.

Además, tiene siempre en la mano aquel dichoso libro de apuntes y saca el reloj cada minuto, lo que es también un poco fastidioso. Kisseler... No quiero pensar siquiera en él, porque lo detesto de pies a cabeza. No queda ya más que Máximo, el candidato de mi padre. Tiene una dulzura tranquila y fuerte que inspira confianza; su sonrisa es agradable y benévola; sus maneras, sencillas y naturales.

El sentimiento de caridad y fraternidad es allí profundo, y el espíritu de dulce y benévola hospitalidad es proverbial y comun.

Diciéndolo, sacó del bolsillo una para darla a Rosalía, quien con mal desarrugado ceño la tomó, dignándose agraciar a la joven con una sonrisa benévola, la primera que Refugio había visto en aquellos desdeñosos labios.

El resultado de su diplomacia fue que la semana siguiente Julieta Raynal daba su primera lección en Candore ante la mirada severa de la condesa, benévola de Neris e indiferente, al menos en apariencia, del joven conde. Julieta iba ya todos los días al castillo, donde todo el mundo le hacía la más simpática acogida. Blanca estaba encantada de su institutriz.

La fiebre de la caída de la tarde había disminuido; los sudores que inundan por las noches a los tísicos, no eran tan abundantes. El corazón de la enferma no tardó también en entrar en convalecencia. Su desesperación, su humor huraño y el odio a los que la amaban, cedieron la plaza a una melancolía dulce y benévola.

También favoreció al teatro la especial circunstancia, de que durante casi todo este período, y al menos en la mayor parte de España, como veremos después, no hubo censura previa que se opusiese á las representaciones escénicas, y que hasta la licencia general, que había de preceder á la publicación de cualquier obra, fué con las dramáticas extrañamente benévola.

Margarita continuó con la entonación propia de un relato sencillo era una de mis hermanas adoptivas: cuando yo entré en su casa para partir con ella el pan de su familia, para vivir como un nuevo hijo bajo el techo común, Margarita tenía cuatro años; era rubia, blanca, pálida, con los ojos azules, y la sonrisa benévola, sonrisa en que se exhalaba un alma de ángel.

Yo me complacia en mirar, de paso, los graciosos grupos de chiquillos, vestidos con bastante aseo, rosados, rubios, ligeros, saltando como pajarillos al derredor de la diligencia, en las calles principales de Carolina y las demas poblaciones, ofreciéndonos á los viajeros flores y frutas; en tanto que las abuelas y mamás, sentadas á las puertas de sus casas, nos miraban con una curiosidad benévola, sin suspender por eso las labores de mano ó el movimiento del huso infatigable.

La enferma fijó sus grandes y ariscos ojos negros en las personas que entraban, con una expresión poco benévola, volviendo en seguida a acurrucarse en el rincón del hogar. Tío Pedro dijo la tía María , usted se olvida de sus amigos; pero ellos no se olvidan de usted. ¿Me querrá usted decir para qué le dio el Señor la boca? ¿No hubiera usted podido venir a decirme que la niña estaba mala?