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Actualizado: 20 de mayo de 2025
¿A qué? dijo el caballero fingiendo sorpresa. No lo sé replicó la joven pugnando por no llorar. Guardaron silencio unos instantes. Uceda la dijo al fin con sonrisa benévola tomándole una mano: Escucha, Soledad. ¿Ves ese hermoso sol que va á desaparecer? Tú sabes que mañana volverá á lucir en el cielo tan hermoso como hoy. Así sabía yo que tu amor volvería.
Su reserva y disimulo con Rosa produjeron al fin el resultado propuesto. Aquella fierecilla, cuando vio que no la hacían caso, empezó a domesticarse. Ya no huía cuando él llegaba, ni ponía la cara seria, ni se fingía distraída cuando hablaba. Pasado algún tiempo, concluyó por acogerle con la sonrisa benévola y respetuosa que los demás, y dirigirle la palabra, aunque pocas veces.
Comprendía que era una humillación, pero no tenía fuerzas para resistir al anhelo de confesarse. Adolfo. ¿Qué hay? respondió éste sin apartar la vista del periódico. Dame la enhorabuena. Al pronunciar estas palabras se ruborizó. ¡Ah, sí! exclamó el otro alzando la cabeza y mirándole con sonrisa entre burlona y benévola.
Pero el maestro, que tenía un corazón tierno y suave, y en su temple una propensión a la confianza que rayaba en ceguedad, se enamoró de su discípula, contribuyendo a ello el amor exaltado que tenía el pescador a su hija y la admiración que esta excitaba en la buena tía María; ambos tenían cierto poder simpático y comunicativo que debió ejercer su influencia en un alma abierta, benévola y dócil como la de Stein.
Los colosales armarios, la mesa, los sillones, los cuadros y las figuras circunspectas de los tapices posaban sobre ella una mirada silenciosa y benévola, en la cual sentía agitarse la gran sombra protectora de su padre. Ricardo quedó parado ante un retrato. ¿Esta es tu tía, eh?... ¡Cómo te pareces a ella!... Lástima fue que se hubiese muerto tan joven... Era una mujer muy simpática.
No quiero insistir en cosas que no necesitan sino ser expuestas ante el sentido común para ser juzgadas como se merecen. La escuela pública Permitidme ahora manifestar primeramente mi agradecimiento al Director Señor Osías que ha tenido la bondad de honrarme con su invitación a esta conferencia. Después os doy a todos las gracias por vuestra benévola atención.
Entró diciendo en alta voz que a él no le engañaba nadie, que allí había habido una huelguecita y que él deseaba beber una copa de champagne a la salud de la reunión. Todas las manos quisieron llamar para que se le sirviese y en todos los rostros brilló una sonrisa benévola.
Isabel, sin embargo, no ha perecido en la mar, puesto que, asida á un tronco de árbol, es arrastrada á la costa, recibiendo la más benévola hospitalidad en los dominios del duque Octavio.
Notando en el ya parecerá de D. Romualdo una intención benévola y optimista, dio en creer que el buen señor, después que despachase el asunto principal, le hablaría del caso de la anciana, que sin duda no era de suma gravedad.
Pero la dama, como si no advirtiera su turbación ni concediera importancia a sus propias palabras, saltaba inmediatamente a otro asunto. Parecía que tenía gusto en sofocarle, en mantenerle agitado y trémulo. Y en las miradas fugaces que de vez en cuando le lanzaba reflejábase un sentimiento de superioridad, la benévola ironía del que está jugando a otro una burla que ha de terminar en bien.
Palabra del Dia
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