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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Ana, burlando los decretos del médico, probó en los primeros días de aquella segunda convalecencia a leer en el libro querido: iba a él como un niño a una golosina. Pero no podía.
Cuando acerqué mi silla a la cama de mi hermana para comenzar mis funciones de enfermera, la encontré dormida; pero ese no era el sueño que fortifica y prepara la convalecencia; era un sueño que pesaba sobre ella como una pesadilla y le cerraba por fuerza los párpados.
La convalecencia de Martín fué muy rápida, tanto, que a él le pareció que se curaba demasiado pronto. Bautista, al ver a su cuñado en vísperas de levantarse y en buenas manos, como dijo algo irónicamente, se fué a Francia a reunirse con Capistun y a seguir con los negocios. Martín pudo tomar Hernani por una Capua, una Capua espiritual.
Libro Primero: Capítulo IV: De la convalecencia y ida a estudiar a Alcalá de Henares. Entramos en casa de don Alonso y echáronnos en dos camas con mucho tiento, porque no se nos desparramasen los huesos de puro roídos de la hambre.
4.º Estado crónico. Que la fiebre disminuya de intensidad, ó que pase al estado sobreagudo, ó que se prolongue retardando ó prolongando una convalecencia mal determinada, el acónito puede estar indicado, pero alternado con el licopodio, el azufre, ó algun otro medicamento cuya accion se estienda hasta la fibra, hasta la nutricion, hasta la plasticidad.
Pero al llegar a la convalecencia me mandó un nuevo dolor, y luego me lo ha quitado de nuevo y sin preparación.
Tuvo delirios que le hacían gritar con el terror de la pesadilla, y cuando después de largos desvanecimientos desentornaba los ojos, veía a María de la Luz sentada junto a la cama, inclinando sobre él su cabeza, como si buscase en su aliento la llegada de la reacción vital que habla de salvarle. La convalecencia no fue larga. Una vez pasado el peligro, la herida se cicatrizó rápidamente.
A propuesta de la enferma, arrendaron una casita en los arrabales de la población, para esperar allí la primavera que llegó tarde aquel año, y la convalecencia de la señora de Ponce que no vino jamás. No obstante, era paciente y dichosa. Le gustaba observar cómo retoñaban más allá de su ventana los árboles desconocidos para ella en California, y preguntar a Carolina sus nombres y sus frutos.
Dicen que la convalecencia será larga, y basta verla para creerlos. No parece su sombra; en fin, seguiremos cuidándola como hasta aquí, y recobrará las fuerzas perdidas. »Y ahora, pobre amigo, ármate de valor. Ya te lo figuras, ¿verdad?
Esto era duro, durísimo, decía el marqués, para unos padres tan blandos de corazón como ellos; pero el estado de la marquesa, tan delicado en su convalecencia, y el temperamento de la niña, que era por todo extremo linfático, según dictamen, casi en profecía, del doctor, el cual temperamento hacia indispensable para ella el aire y la libertad del campo, les obligaban a echarla de casa.
Palabra del Dia
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