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Todos aplaudieron el breve discurso de Teletusa, y animada ella con el aplauso, se atrevió a proseguir: La pólvora da muerte y la harina es el mejor y más usado sustento de la vida. A la harina, pues, me atengo. Quiero que sepáis, señores, que una prima mía muy guapa fue la buena amiga y tal vez el oíslo del famoso cocinero Ruperto de Nola.

Cesó el canto, oyéronse unas leves pisadas, se abrió la puerta, y con una palmatoria en la mano apareció una preciosa niña de diez y seis á diez y siete años. ¡Cuánto ha tardado vuesa merced, señor padre! dijo sonriendo al cocinero mayor mi señora madre y yo estábamos con mucho cuidado. ¡Y cantábais! Por entretener la espera.

Otras veces, el cocinero, bajo el cielo plomizo de los mares septentrionales, les hacía evocar el recuerdo de la lejana patria dándoles el monástico arroz con acelgas ó el mantecoso arroz con nabos y judías.

Los más altos personajes se sentían lisonjeados cuando oían decir que Pinedo elogiaba a su cocinero. ¿Cuándo has estado en el colegio, Pacita? le preguntó en voz baja Esperanza a la menor de la marquesa de Alcudia. Pues el viernes; ¿no sabes que mamá nos lleva todos los viernes a confesar? ¿Y ? Yo hace lo menos tres semanas que no he estado. Mamá y yo nos confesamos cada mes.

¿Y la reina?... yo no me he atrevido á preguntar... no me he atrevido á hablar... pero el alcázar está tranquilo... ¡oh! ¡si hubiese querido Dios que el golpe se hubiese frustrado!... ¡, , Dios lo habrá querido!... exclamó el cocinero ¡porque Dios no querrá que nos ahorquen inocentes! La horca era el pensamiento fijo de Montiño. ¡Que nos ahorquen! ¡No, no puede ser! se ha perdido el rastro.

»El joven que lleva el nombre de Juan Montiño, no es hijo de nuestro hermano Jerónimo.» ¡Ah! exclamó interrumpiendo su lectura el cocinero mayor ; bien dije yo cuando dije, que había algo encerrado tras la secatura y la brevedad con que mi hermano me anunció el nacimiento de ese hijo que no es su hijo.

Pues bien, ese hombre que está ahí reducido á la nada, aniquilado, ese hombre es el cocinero de su majestad. No os comprendo. Doña Clara vive en palacio. ¿Y qué?... Un plato de las cocinas del rey, puede bajar al aposento de doña Clara. ¡Oh! ¡! ¡es verdad! ¡yo me vengaré del desamor de don Juan!

Y la iracunda castidad del cocinero seguía lanzando contra las mujeres injurias y maldiciones iguales á las de los primeros padres de la Iglesia.

Al día siguiente se comenzó a limpiar la cubierta con los lampazos. El capitán mandó retirar todas las botellas y barriles, y prohibió al cocinero que sacara licores sin su consentimiento.

Aquí está la declaración de un paje de vuecencia llamado Gonzalo Pereda, por la que consta, que el cocinero mayor del rey le mandó servir de cenar en la misma casa de vuecencia á un su sobrino, á quien llamó Juan Montiño. ¿De modo que ese Juan Montiño y don Francisco de Quevedo y Villegas son amigos? dijo el duque. El alguacil se calló. Dadme esas diligencias dijo el duque.