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No si pensar que ha muerto de vergüenza, de celos, de despecho, de tristeza, de amor contrariado. ¡Singular patología! No, no sabemos nada... sólo sabemos cosas triviales. ¡Oh!, ¡qué médicos! Nosotros no sabemos nada. Conocemos algo de la superficie. ¿Esto qué es? Parece una meningitis fulminante. ¿Y qué es eso? Cualquier cosa.... ¡La muerte!

Hasta las acciones más triviales y comunes, si eran suyas, quería que pasasen por actos deliberadamente admirables y que en nada se parecían a lo que hace todo el mundo. Rápidamente, con aquella presteza de juicio del artista improvisador, hizo su composición, y allá te van las confidencias... Jacinta se había de quedar tamañita.

Valle vivía también en la casa y tenía ya dos niñas de tres y dos años respectivamente; se había adaptado tan admirablemente al modo de ser de aquella familia, que parecía nacido y criado con todos ellos; la misma pulcritud en el vestir, la misma afectada cortesía, el mismo cuidado extremoso en no decir ni hacer nada de particular, la misma gravedad y énfasis para expresar las cosas más triviales.

Pero nada... Aquel zagalote guapo y desabrido no sabía salir en su conversación de las rutinas más triviales. Su timidez era tan ceremoniosa como su levita de paño negro, de lo mejor de Sedán, y que parecía, usada por él, como un reclamo del buen género de la casa.

Al mismo tiempo una ola de cólera salvaje y brutal me subió al cerebro; sentí como un deslumbramiento y echándome sobre la balaustrada, vi toda la superficie del río cubierta de chispas. No diré, siguiendo el uso: Dios no lo quiso. No me gustan las fórmulas triviales.

Ningún pensamiento alegre ó triste, ningún deseo más ó menos vago se le escapaba. Comprendió, pues, al instante, al través de las bromas triviales de siempre, que Paca le interesaba y que la estaba galanteando. Pero aquí se detuvo su penetración.

Basta saber que las triviales cartas cambiadas entre los dos amigos a propósito del ya inmediato matrimonio, carecieron por completo de interés; la de Jacques fueron cuatro renglones a modo de simple notificación; la del marqués era, sea dicho en justicia, aunque breve, amistosa.

Fueron los amigos del novio los primeros en moverse y hablar. Se despidieron del padre con rápidos apretones de mano y frases triviales de sociedad, un tanto descuidadas en la forma, como dirigidas de superior a inferior; tras de lo cual, el pelotón entero tomó el camino de la ciudad, reanudando la broma y algazara.

Los dos amigos subieron sobre cubierta, donde no tardaron en encontrar al hombre que buscaban. El comisionista, que hablaba algo de español, entabló conversación con él, y después de algunas frases triviales, le dijo: ¿Se ha ido a la cama su amo de usted? , señor respondió el criado, echando a su interlocutor una mirada llena de penetración y malicia. ¿Es muy rico?

El señor Lautrec tiene ideas que se aproximan a las mías, o que, al menos, no las contradicen violentamente. Es muy agradable y, sin decir jamás piropos triviales, sabe hacer halagüeñas sus atenciones. Pero hay en él algo que se opone a la idea del matrimonio.