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Si lo dicho es confesión de ruindad y de real menosprecio de mismo, venga Dios y lo vea, como vulgarmente se dice. La igualdad, por consiguiente, se da en el Cristianismo en potencia: en la potencia infinita que tenemos todos de ser llamados hijos de Dios y herederos inmortales de su reino y de su gloria.

El marqués de Tarifa de vuelta de su viaje á Jerusalén, al comenzar las obras de su palacio, llamado vulgarmente casa de Pilato, estableció un Vía-Crucis que, partiendo del edificio, terminaba en el monumento de la Cruz del Campo, que en el siglo XV alzó el Asistente don Diego de Merlo.

Era Lucía una rubia de las dichas vulgarmente vaporosas; ojos azules y claros y un poco húmedos, tersa y blanca la frente, los cabellos como madejas de oro, las cejas perfiladas en arco, algo aguileña, el talle fino y esbelto, el rostro alegre y muy apacible. Formaba su hermosura dichoso contraste con la de la brigadiera; quizás fuera este el fundamento más sólido de su amistad.

Aunque, atendidas las anteriores razones, se reduzca á suma más moderada el número de las comedias de Lope, de la que suele decirse vulgarmente, resultarán siempre unas mil quinientas, escritas por él sin género alguno de duda, y sin mencionar los autos y piezas pequeñas, lo cual basta de seguro para calificarlo de poeta mucho más fecundo que todos los demás dramáticos, y hasta podría sostenerse que los escritores dramáticos más fecundos de las demás naciones, no llegan, con todas sus obras, al tercio siquiera de las suyas.

Como era linda de rostro, y había tal viveza en su hablar espontáneo y armonioso, me encantaba verla y oírla, y como vulgarmente se dice con respecto a los niños, me la hubiera comido. No hallo otra frase mejor para expresar la admiración que aquel raudal de gracia y travesura, de sentimiento y de dulce ingenuidad me producía.

Fuera de esto, observan rigurosísimos ayunos y abstinencia perpetua de ciertos animales y frutas, singularmente de la granadilla, que vulgarmente llamamos Flor de la Pasión, por estar retratados en ella los instrumentos de nuestra Redención. Ni se contentan los demonios de ser reverenciados de sus sacerdotes con ayunos y penitencias; antes bien, mandan hacer rigurosos ayunos á todo el pueblo.

En torno de los Austrias abundó la triste ralea de gibosos, enanos, patizambos, bobos y casi locos, a quienes se llamaba vulgarmente las sabandijas de Palacio.

Sus manos son tan finas y delicadas que si, como vulgarmente se cree, éste es signo de aristocracia, el conde debía pertenecer á una de las más antiguas y esclarecidas familias de España. Y en parte así era la verdad, porque el señor conde de Trevia pertenecía á una antiquísima familia, pero no española, sino italiana.

Su muerte fue de esas que vulgarmente se comparan a la de un pajarito. Decían los vecinos y amigos que había reventado de gusto. Aquella gran mujer, heroína y mártir del deber, autora de diez y siete españoles, se embriagó de felicidad sólo con el olor de ella, y sucumbió a su primera embriaguez.

En resolución, aunque de un modo indirecto, y con el más profundo sigilo, y suavizando el golpe los dos medios por quien pasó, a saber: primero, la Condesa, al hablar con el tío, y el tío luego al hablar con la sobrina; ésta, como dura lección y como castigo de sus flirtations, recibió lo que vulgarmente llamamos unas terribles calabazas.